LA HABANA, Cuba.- El régimen cubano ha dado respuesta a la notificación presentada por el grupo Archipiélago sobre la “Marcha Cívica por el Cambio”, inicialmente programada para el 20 de noviembre y luego adelantada cinco días tras el repentino anuncio oficial de que en esa fecha se celebraría el Día Nacional de la Defensa; efeméride que usualmente trae consigo un despliegue militar que este año, teniendo en cuenta el clima político y social, no será nada simbólico, sino una muestra de hostilidad hacia el pueblo de Cuba.
Como era de esperarse, la marcha ha sido declarada ilegal porque supuestamente pretende subvertir el orden establecido y en ella estarían implicados elementos que buscan derrocar al gobierno. La prohibición se sustenta en el Artículo 4 de la Carta Magna aprobada en 2019, que establece la irrevocabilidad del socialismo como sistema político. Era cuestión de tiempo que esa trampa se abriera bajo los pies de la sociedad civil, pues en aquellas consultas populares, cuando se debatió el anteproyecto de la nueva Constitución, muy pocos repararon en que dicho artículo subordinaba el resto del documento, y por consiguiente el destino de la nación, al engendro que durante seis décadas ha demostrado, con evidencias cada vez más abrumadoras, su ineficacia.
El peligro pasó en letras impresas ante los ojos de los cubanos que prefirieron discutir sobre el derecho de los homosexuales al matrimonio, las modificaciones a las normas migratorias, la precariedad de las pensiones y la protección animal; asuntos de innegable interés social cuyo posterior abordaje legal ha dejado muy poca o ninguna satisfacción entre los ciudadanos, precisamente porque es imposible buscarle solución a los problemas dentro de la misma matriz política que los generó en primer lugar.
El Artículo 4 es un grillete para los derechos civiles, que extiende a todos los estratos de la vida insular aquella máxima excluyente que Fidel Castro lanzó contra los intelectuales en 1961. Nada puede ir contra la revolución, que existe únicamente cuando se trata de amedrentar a quienes promueven ideas políticas no alineadas con el castrismo. Ni la cultura, ni el sector privado, ni la producción agrícola, ni la ciencia, ni las artes pueden desarrollarse fuera de las directrices pautadas por el partido único que ha cultivado metódicamente la hipocresía, la mediocridad y el terror.
En Cuba no hay revolución ni socialismo. Todo lo que se ha hecho hasta hoy, sobre todo en los últimos treinta años cuando tantas cosas debieron ser oportunamente transformadas, ha ido en sentido opuesto al ideal revolucionario de construir una sociedad justa, equitativa y soberana. En Cuba pervive una casta que redactó la Constitución de 2019 para protegerse a sí misma, y el Artículo 4 le confiere la potestad de negar cualquier demanda civil que considere un peligro para su permanencia en el poder.
La apatía política, la desconfianza en el gobierno y la costumbre de no prestarle atención a lo que viene “de arriba” porque nunca resuelve nada, nos está pasando factura. Los miembros de Archipiélago hicieron uso de su derecho cívico y notificaron la realización de la marcha. Muchos aplaudieron la iniciativa y otros tantos la criticaron por considerar el aviso una imprudencia. Todos llevan razón. Archipiélago cumplió con lo establecido legalmente y el castrismo se comportó según lo previsto. No hay justificación para en el futuro volver a notificarle de cualquier acción cívica. Su respuesta será siempre el manotazo, la prisión, el repudio, la calumnia.
En lo adelante cualquier esfuerzo debería proponerse implicar a toda la sociedad civil en pos de un objetivo común: la libertad, cuyo punto de partida sería un nuevo referendo constitucional. Si en el futuro habrá socialdemocracia u otra cosa, ya se verá; pero hoy resulta apremiante desligar el estado de derecho de cualquier atadura ideológica. Cuba debe reconocerse como un estado de derecho a secas, con separación de poderes y elecciones directas. El pueblo cubano, viviendo y trabajando en libertad, decidirá adonde conduce ese nuevo camino.
Cuba será libre o no será, porque solo la libertad puede revertir la tendencia de los jóvenes a emigrar, y con ello la acelerada conversión de la mayor de las Antillas en una isla fantasma. Solo la libertad hará que la perspectiva del regreso, para los que se fueron, esté cargada de esperanza y no de pesar. El momento actual obliga a acciones cívicas pacíficas, pero radicales. Si el castrismo elige tanques y garrotes, el pueblo desarmado aguantará palos como en otros tiempos, no tan lejanos, hicieron Mahatma Gandhi y sus seguidores para poner fin al dominio de la corona británica sobre su amada India.
A fuerza de engaños y maltratos el pueblo cubano ha comprendido que cada ciudadano tiene la responsabilidad individual de impulsar el cambio que todos anhelamos; así que muy pronto, a pesar de la violencia prometida por el régimen, las calles volverán a llenarse de reclamos legítimos como ocurrió el 11 de julio. Si algo ha dejado claro esta inútil formalidad de notificar una marcha y esperar la predecible negativa de funcionarios leales al poder, es que el divorcio entre la dictadura militar y un amplísimo segmento de pueblo, ha sido “oficialmente” consumado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.