De Estados Unidos no me extraña nada. Un negacionista, Jeffrey Burnham, mató a su hermano farmacéutico y a su cuñada, por vender vacunas contra la COVID.
El hombre quedó detenido cuando llegó a una gasolinera para llenarle el tanque a un automóvil que le robó, un día antes, a una anciana de 83 años, a quien también mató.
Tras llegar al establecimiento, el delincuente le comentó a quien le servía el combustible que su hermano «envenenaba a la gente con las inyecciones para la COVID, aunque él estaba convencido de que su hermano “sabía algo” acerca de la pandemia», reporta Marca.
El movimiento negacionista es fuerte en Estados Unidos, a pesar de que, según los datos recientes de la Universidad Johns Hopkins, en ese país se han diagnosticado más de 44 millones de infectados por coronavirus. Además, se ha producido un total de 707 799 muertes.
El 56,78 % de la población del país dispone de la pauta completa de vacunación.
Así de loca anda esa sociedad, cuando uno de los problemas del bajón de la popularidad de su presidente, Joseph Biden, es por no haber podido resolver el tema de la vacunación; agravado, además, por las críticas ante el fracaso y salida de las tropas estadounidenses de Afganistán. Ahora también se le complica el panorama con los negacionistas.