«Sé que gobernar no es fácil, y en Argentina menos todavía», escribió la actual vicepresidenta de ese país, Cristina Fernández de Kirchner, quien durante dos periodos consecutivos dirigió los destinos de la nación, y ahora analiza crudamente lo que, en su opinión, fue la causa fundamental de la derrota electoral del Frente de Todos en las elecciones primarias recién celebradas.
En mi opinión, lo más inadmisible es que la coalición gobernante Frente de Todos solo logró el 31 % de los votos a nivel nacional, mientras la coalición de centroderecha Juntos por el cambio, del expresidente Mauricio Macri (2015-2019), se hizo con el 40 % de los sufragios.
Asumir esta realidad puede hacernos pensar que se ha borrado entre muchos argentinos una memoria histórica muy reciente, cuando precisamente Macri hundió la economía de ese país y la subordinó toda al Fondo Monetario Internacional, del cual recibió un préstamo de unos 44 000 millones de dólares, a cambio de cumplir medidas neoliberales y eliminar programas sociales que beneficiaban a la población.
No resulta descabellado el planteamiento de que Argentina se enfrenta actualmente a dos pandemias: la de la grave crisis económica en que la dejó el gobierno macrista y la COVID-19, aún sin controlar.
La nación sudamericana tiene otros indicadores negativos, como el de elevados índices de pobreza (42 %), desempleo (10 %), inflación (32 % de enero a agosto) y una deuda de 44 000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional.
Se suma a este panorama la acción contra el Gobierno peronista que asumen las agrupaciones opositoras y los monopolios de la comunicación, que aportan tensiones a parte de una población que no puede ver satisfechas sus esperanzas y promesas, una vez concluida la penosa etapa del gobierno de Mauricio Macri.
En un panorama como el actual, añadir nuevos ingredientes, incluso de
desavenencias entre el Presidente y la Vicepresidenta, constituye caldo de cultivo para algo tan peligroso como la división entre sectores de la izquierda vinculados a uno u otro dirigente.
Cristina, en su misiva al mandatario, señala que «creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales».
No obstante, concluye su carta con un llamado a la confianza y dice: «Confío, sinceramente, que con la misma fuerza y convicción que enfrentó la pandemia, el Presidente no solamente va a relanzar su gobierno, sino que se va a sentar con su Ministro de Economía para mirar los números del presupuesto».
Dos días después, el 18 de septiembre, el presidente Alberto Fernández había analizado el revés electoral y anunció la restructuración de su Gobierno, medida encaminada, entre otras cosas, a ganar la confianza para emprender la gran batalla que constituyen las elecciones legislativas del domingo 14 de noviembre, para la renovación parcial del Congreso.
Unir voluntades, limar asperezas y corregir lo que sea necesario, podría ser el camino en un país donde nunca podrían ser el macrismo y el neoliberalismo salvaje, la solución a sus problemas.
Eso, bien lo conocen los sectores identificados con las verdaderas necesidades del pueblo, más aún cuando, desde el poder que ocupan en la actualidad, se hace viable el desbroce en este camino.