LA HABANA, Cuba. ─ Con la derrota de Cuba ante Colombia con marcador de cinco carreras por tres durante la última jornada del Campeonato Mundial de Béisbol sub 23, celebrado en las ciudades mexicanas de Obregón y Hermosillo, la escuadra de la Isla perdió la posibilidad de obtener las medallas de bronce en esa lid.
Hay que destacar que era el segundo revés cubano ante el equipo sudamericano en dicho evento, pues ya habían sido derrotados por estos en el calendario previo a la discusión de las medallas. Algo que demuestra ─¡quién lo iba a decir hace algunos años!─ cómo una nación sin tanta tradición beisbolera como Colombia podría adelantar a otra que, al menos de palabra, mantiene la actividad de las bolas y los strikes como su deporte nacional.
Si consideramos que el equipo cubano también fue superado ampliamente por las novenas de Venezuela y México, ganadoras por ese orden de las medallas de oro y plata, llegamos a la conclusión de que a Cuba le espera un panorama nada halagüeño en la región, ya que estos peloteros menores de 23 años serán el futuro inmediato de las plantillas nacionales en cada uno de los países.
Pero el descalabro mayor que sufrió Cuba en este campeonato no habría que buscarlo en el terreno deportivo propiamente dicho, sino en la fuga masiva de sus peloteros, que llegó a afectar casi a la tercera parte de su nómina inicial. Una estampida que mucho perjudica a varios equipos nacionales que ya contaban con algunos de estos peloteros como puntales en sus nóminas. Son los casos, entre otros, del lanzador Brian Chi con Industriales, y el jugador de cuadro Loidel Chapellí con la selección de Camagüey.
La prensa oficialista cubana, por supuesto, la emprendió contra estos bisoños atletas que han decidido ir en busca de un futuro mejor. El periódico Juventud Rebelde apuntó este domingo que “Un tercio de la nómina fue abandonando la nave antes del último out, en un acto que mostró, por encima de todo, su nulo compromiso con sus propios compañeros y con la afición que los siguió desde muchas partes del mundo”.
Las autoridades deportivas de la Isla, por su parte, continuaron con el manido discurso que responsabiliza al gobierno de Estados Unidos por las deserciones de los peloteros cubanos, tras la cancelación por el ex presidente Donald Trump de un acuerdo que posibilitaba la contratación de jóvenes prospectos de la Isla para el circuito de la MLB. Una cancelación que, entre otros aspectos, tuvo en cuenta la condición no independiente de la Federación Cubana de Béisbol con respecto al gobierno castrista, el cual se iba a beneficiar con las ganancias que produjeran dichos contratos.
Sin embargo, nada se dice de la enorme burocracia que envuelve los contratos—y por tanto los dificulta y ralentiza— que los peloteros cubanos obtienen por intermedio de las autoridades deportivas cubanas, y que con frecuencia lleva a esos peloteros a contactar por su cuenta con los equipos de otros países.
Y ni una palabra tampoco acerca de la asfixiante situación económica que padecen los peloteros, al igual que el resto de la población cubana, y que los insta a abandonar la isla, para mejorar sus condiciones de vida y ayudar posteriormente a sus familias.
Este evento beisbolero mostró, una vez más, el miedo de las autoridades castristas a que los televidentes de la isla pudieran observar algún letrero o cartel de condena al régimen cubano, tal y como ha sucedido en certámenes anteriores. En ese sentido resultó significativa la permanente ubicación de un personaje detrás del home con una bandera cubana, como si estuviese evitando que ese espacio fuera ocupado por personas opuestas al castrismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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