Caracas, Venezuela.–Por segunda ocasión en las últimas cuatro semanas la extrema derecha de Venezuela y el gobierno constitucional que encabeza Nicolás Maduro se ven las caras en México, a partir de hoy.
Durante la primera ronda del diálogo, que tiene como facilitador a Noruega, a Rusia y a los Países Bajos en roles de acompañantes, las partes suscribieron un memorándum de entendimiento en el que se subraya, entre otros aspectos, la necesidad de levantar las sanciones contra el Estado venezolano, y de restaurar sus derechos de activos.
El texto, respaldado de inmediato por la Asamblea Nacional, recoge la renuncia a la violencia como método para alcanzar objetivos políticos, y subraya que las partes acuerdan la agenda, formato y pautas de las negociaciones. Jorge Rodríguez, quien preside la delegación del Gobierno, anunció que la segunda ronda del diálogo focalizará aspectos económicos y sociales, y la atención al pueblo.
La primera conquista de este proceso es haberlo iniciado. Llevar a la Mesa de Diálogo al núcleo oligárquico más recalcitrante de Venezuela es –aunque intenten disimularlo– un éxito rotundo del pueblo, la revolución y el gobierno bolivarianos.
De no haber resistido ante la múltiple y feroz embestida patrocinada desde el exterior, con anuencia, complicidad y participación activa de dichas facciones, el diálogo no habría pasado de una entelequia en la mente de quienes de verdad sueñan un futuro de justicia y tranquilidad para los venezolanos.
Estas pláticas dejan atrás la ruptura de intercambios, como precedentes mediatos, y llegan tras el fracaso de las amenazas, presiones, chantajes, violencia, guerra política y económica, tentativas de magnicidio y secuestro, no reconocer al Gobierno e intentar suplantarlo con un fantoche interino.
Toda esa maniobra fue derrotada por un ejecutivo que, en medio del sabotaje energético y financiero, no cerró instituciones básicas de servicios, no dejó de construir y entregar viviendas, ni se olvidó de las víctimas de las catástrofes naturales.
Frente al cerco económico, la pandemia, el acoso mediático y los actos de desestabilización, la directiva venezolana dinamizó los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), los Mercados de Alimentos S.A. (Mercal), y activó otras iniciativas; obró lo que sus enemigos no calcularon: la resistencia. La adversidad no diezmó la vocación de diálogo ni el espíritu democrático de un gobierno que no claudicó, y que goza de renovada credibilidad.
Al parecer, todo eso, junto al fracasado «experimento Guaidó», obligó a la derecha recalcitrante y a sus mentores a platicar con los legítimos representantes del pueblo.
Si empiezan a cumplir lo rubricado en el memorándum de México, a quitarle las ilegales sanciones y devolverle los activos incautados al país que, dicen ellos, defienden, quienes se benefician hoy de poderes ficticios y patrimonios robados darían una señal creíble de que, en verdad, comienzan a pensar en su pueblo. Ya veremos: el mundo mira expectante.