LA HABANA, Cuba.- El canciller castrista Bruno Rodríguez Parrilla ha salido a la palestra para denunciar una supuesta presión de Estados Unidos sobre algunas naciones europeas y latinoamericanas, para que condenen al gobierno cubano con motivo de la represión desatada contra los participantes en las protestas el pasado 11 de julio.
Según publicó el periódico Granma, el señor Parrilla calificó de “presiones brutales” las hipotéticas maniobras de Washington para conseguir tal fin, en un texto titulado “Denuncia el canciller presiones de Estados Unidos contra Cuba en terceros países”, de la edición del 22 de julio.
A veces da la impresión de que los gobernantes cubanos subestiman la inteligencia de las personas al enfocar los acontecimientos con un doble rasero que se torna desconcertante.
Ahora, por ejemplo, el canciller pretende hacernos ver que naciones caracterizadas por posturas soberanas en votaciones y declaraciones acerca de variados temas internacionales puedan en un momento dado plegarse a los designios de un determinado país.
Cuando muchos países votan en las Naciones Unidas por que se ponga fin al embargo de Estados Unidos contra el régimen cubano —casi siempre movidos por la hipotética afectación a terceros países de esa medida—, la propaganda oficialista cubana alaba la posición asumida por esas naciones.
Por el contrario, si esos mismos países se vinculan con alguna declaración que condene al gobierno cubano, nunca el castrismo va a reconocer la razón que les asiste a los denunciantes. Siempre dirán que esas naciones fueron obligadas a adoptar esa actitud debido a las maniobras del imperialismo yanqui para aplastar a la revolución cubana.
Se trata de una vieja estrategia que tuvo sus momentos estelares, entre otros, durante los años en que sesionó la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Allí todos los años el régimen castrista era condenado por la violación de los derechos humanos —en especial las libertades individuales— de los ciudadanos cubanos, además de presentarse los casos que habían recibido tratos crueles y degradantes en las prisiones.
Sin embargo, las autoridades cubanas nunca aceptaron las evidencias presentadas en esa Comisión, ni las recomendaciones para poner fin a semejantes acciones. La respuesta de La Habana era que se trataba de maquinaciones orquestadas desde Estados Unidos.
Ahora, si finalmente la comunidad internacional, incluyendo a naciones que mantengan relaciones normales con el castrismo, se pronuncia por una condena al régimen cubano debido a la violencia policial, a la cantidad de personas detenidas, y a la realización de procesos judiciales sumarios sin las debidas garantías para los procesados, a nadie debe de quedarle dudas de que cada país actuó acorde con su apreciación de los hechos, y nunca como mero vasallo de un determinado corifeo.
Habría que formar un gran coro para expresarle al canciller castro-canelista: Señor Parrilla, no trate de confundir más a la opinión pública. Los países, o son honestos, o son manipulables. Pero nunca las dos cosas al mismo tiempo.
Coincidiendo con esta engañifa del ministro de Relaciones Exteriores, los medios de difusión del gobierno dan riendas sueltas a lo que ciertamente saben hacer. Si en un principio hubo algunos criterios que buscaban en determinadas ineficiencias internas —se referían, sobre todo, a un deficiente trabajo político-ideológico con la juventud— las causas de las protestas populares, ya se imponen los criterios que apuntan hacia las conexiones externas del estallido social. Y siempre, por supuesto, culpando al gobierno de Estados Unidos. Incluso, ya se habla de que Biden es heredero de la peor variante de la era Trump.
Lamentablemente, se trata de una estrategia informativa que en nada va a contribuir a resolver los problemas que hoy afectan a la sociedad cubana.
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