Mucho se habla de ese venezolano ilustre que respondía al nombre de Simón Bolívar, pero no tantos conocen que El Libertador de América, cuyo 238 aniversario de nacimiento se cumple este 24 de julio, realizó hazañas en sus 47 años de sacrificada vida militar y política que parecen imposibles de igualar.
Su lucha independentista abarcó lo que hoy son seis países y seis millones de kilómetros cuadrados, recorriendo a su paso más territorio que Marco Polo, Cristóbal Colón o Julio César, y conquistó la independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Con solo 47 años Bolívar peleó en 447 batallas siendo derrotado solo 6 veces. Liberó seis naciones. Cabalgó 123 000 kilómetros, o sea, que recorrió a caballo 10 veces más territorio que Aníbal, tres veces más que Napoleón y el doble de Alejandro Magno, y cruzó a pie, al frente de su ejército libertador, sin ropas, calzado y alimentos adecuados, la casi infranqueable Cordillera de Los Andes, con temperaturas bajo cero y a más de 6 000 metros de altura.
Encabezó las batallas independentistas más emblemáticas de América del Sur contra el imperio colonial español, y fungió como presidente entre 1819 y 1830 de la república hispanoamericana conocida como Gran Colombia.
Sobresalió entre sus contemporáneos por su talento, inteligencia, voluntad y abnegación, cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la de libertar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a un Padre.
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, descendiente de una familia de origen vasco establecida en Venezuela desde finales del siglo XVI y perteneciente a la aristocracia caraqueña con numerosas posesiones y riquezas.
De su intensa vida se ha escrito mucho, sobre todo como estratega militar, carrera a la que se integró muy joven, así como de su accionar como político, pensador y estadista, que ayudó a sentar las bases de la democracia en América Latina.
No pretende este artículo resumir en pocas líneas la vida de este gran prócer, sobre el cual se han escrito numerosos libros, que quedó huérfano de padre antes de los tres años y perdió a su madre seis años después, en 1792. Quien lo cuidó fue la esclava de la familia, Hipólita, a quien Bolívar llamó «la única madre que he conocido».
Bolívar pasó algunos meses como interno en la casa de don Simón Rodríguez (1771-1854), nacido también en Caracas, quien regentaba entonces la Escuela de primeras letras de la ciudad, y entre ese genial pedagogo y reformador social y el niño se estableció pronto una corriente de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. En Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro, Bolívar se encuentra de nuevo con su maestro y jura en su presencia no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo hispanoamericano de la tutela española.
Muy joven viajó a Europa, estudió, se casó a los 19 años y trajo a su esposa a Venezuela, donde quedó viudo antes del año al enfermarse ella de fiebre amarilla. Se incorpora a las conspiraciones independentistas y, por su carisma y liderazgo, asume rápidamente la dirección de las campañas que lo llevarían en varias ocasiones al exilio y otras tantas de regreso al campo de batalla.
Bolívar renunció ante el último Congreso de Colombia (27 de abril de 1830), y partió de Bogotá 11 días más tarde hacia Cartagena. Fue allí donde le dijeron, el 1ro. de julio, que Sucre había sido asesinado. Esto terminó por minar la ya resentida salud del Libertador, aquejado de catarro pulmonar crónico convertido en tuberculosis pulmonar, según dos médicos que lo trataron y le pronosticaron pocos días de vida. Llegó a Santa Marta el 1ro. de diciembre para trasladarse luego a la quinta San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, su última morada. Simón Bolívar falleció solo y en precaria situación económica el 17 de diciembre de 1830.
La voluntad de Bolívar, plasmada en su testamento, elaborado el 10 de diciembre de 1830 en San Pedro Alejandrino, pedía que sus restos fueran enterrados en Caracas. No obstante, hubo que esperar 12 años para que se cumpliera su deseo. Los restos, inhumados solemnemente en la Catedral de Santa Marta, fueron trasladados a la Catedral de Caracas en 1842. De la catedral pasaron al Panteón Nacional, el 28 de octubre de 1876, un templo donde recibe los honores de su pueblo y de los hijos de Nuestra América.
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