En Tokio 2020 Idalys Ortiz buscará su cuarta medalla olímpica. (Photo by Aron Ontiveroz/Getty Images)
Cuando Idalys Ortiz tenía 18 años llegó a los Juegos Olímpicos de Beijing como una jovencita ansiosa por demostrar su talento. Ocho años después salió de Río de Janeiro con su tercera medalla estival y la consagración absoluta bajo los cinco aros. Entre un momento y otro hay mucho de historia, pasión y sacrificio.
Conseguir su cuarta presea olímpica aparece ahora como la meta declarada para la mejor judoca cubana de la última década. Su palmarés también le garantiza un puesto entre las más grandes de la historia tanto para Cuba como para el resto del mundo. Aun así, Idalys siempre habla bajo y despacio, mientras sigue empeñada en no menospreciar a cualquiera de las tantas rivales que aun no logran vencerla.
“Cualquiera de las rivales que veré en Tokio 2020 es potencialmente una campeona olímpica, porque solo llegar ahí ya significa un gran reto y todas tienen mucho talento. No obstante, ya sabemos que hay contrarias muy fuertes, como la japonesa Akira Sone y la francesa Romane Dicko. También las judocas de China o Brasil siempre tienen calidad”, asegura.
Sin embargo, cuando habla de oponentes también reconoce una de esas particularidades que caracterizan a los grandes atletas. “La principal rival de Idalys Ortiz soy yo” —dice— como si no fuera argumento suficiente comprobar que solo ha perdido en 78 de sus 325 combates al más alto nivel. Dicho de otro modo, como promedio gana cuatro pleitos antes de perder uno.
En Londres 2012 Idalys alcanzó la cima olímpica. Foto: David Finch/Getty Images)
Esa es una de las claves que le permiten llegar a la capital japonesa como líder del ranking en los más de 78 kilogramos, una división que ahora tendrá a 27 mujeres inscritas para concursar en el Nipon Budokan, el sitio que en 1964 vio el debut del judo en Juegos Olímpicos y que otra vez albergará uno de los deportes históricos en Japón. Para Idalys es la oportunidad para acrecentar su leyenda.
“Una meta importante era llegar a los juegos con salud, y hasta ahora eso lo hemos cumplido. Este ha sido un año muy complejo, por los problemas de la pandemia, los aislamientos, la suspensión de torneos y las dificultades para acceder a otros, así que conseguir estar en medio de todo eso ya es una victoria”, asegura sin dejar de sonreír.
Ecuanimidad y optimismo, esas son otras de las cualidades que la distinguen siempre. Quizás por eso pide tranquilidad cuando habla de su quinto lugar en el pasado campeonato mundial, una cita que levantó preocupaciones entre los seguidores del deporte cubano. Sorprendentemente, Idalys siente su actuación como una de las mejores de su carrera.
“En el mundial participé con solo tres semanas de entrenamiento —cuenta—, porque estuve afectada por la COVID-19 y paré varios días. Aun así, discutí una medalla a ese nivel y quienes me ganaron lo hicieron en regla de oro y por errores tácticos que cometí yo. En 2007 y 2011 también quedé quinta en los mundiales y al año siguiente fui medallista olímpica”. Luego dice una frase que muchos estarán encantados de escuchar: “para mí lo que pasó en el mundial no es una preocupación”.
Como mismo le sucedió en la final olímpica de Río 2016, en la última cita del orbe Idalys lo apostó todo a una técnica de sacrificio que no fructificó, y ante contrarias de tanto nivel eso suele convertirse en una fatalidad. No obstante, con la discreción que siempre trae hablar de tácticas y estrategias justo antes de una competencia, confirma que es una de las tantas armas que utiliza en sus pleitos y no dejará de emplearla.
Mientras tanto, no pierde momento para elogiar a Yaimé Pérez y Mijaín López como los abanderados de la delegación cubana. Aunque muchos voltearon sus ojos hacia ella cuando Tokio 2020 anunció que un hombre y una mujer podrían llevar el estandarte nacional, Idalys confiesa que si bien le hubiera gustado el honor, ahora le toca apoyar a sus compañeros y tratar de hacerlo lo mejor posible entre todos.
“La bandera siempre va conmigo” —dice enseguida—, como si fuera sencillo olvidarla con su pelo de tres colores mientras vestía de gloria a un país.
Aunque las regulaciones del judo le impedirán lucir su tradicional cabello multicolor, Idalys sabe que la bandera siempre va con ella. Foto: Reuters.
Es una sensación que conoce desde hace varios años. Las atenciones en una calle, la preocupación por su entrenamiento, los mensajes de apoyo, el agradecimiento por erigirse en un ejemplo para muchos. Ella aun no sabe a ciencia cierta si luego de los Juegos Olímpicos termine su carrera deportiva o intente llegar a París 2024.
Sí tiene claro que necesita “descansar, tomar un aire y al menos esperar que la situación con la pandemia esté más controlada”. En agosto quizás tenga una respuesta más clara.
Gane o pierda en Tokio, concluya allí o no su fructífera carrera, la historia de Idalys Ortiz está escrita entre lo mejor del deporte cubano de todos los tiempos.
Ocho medallas mundiales y tres olímpicas, treinta preseas en el circuito internacional de judo y 17 veces campeona de América, son números que no logran recoger todo lo que significan su mezcla de calidad y modestia. “Idalys Ortiz siempre sueña” —asegura cuando se le pregunta por Tokio 2020—, quizás sin saber que con ella lo hace también el pueblo de Cuba que la reconoce y la admira.