La primavera de 1930, por encima del buen augurio de un cambio social a las puertas de una vida republicana débil, sin referencia alguna a las gestas independentistas del siglo XIX, trajo a nuestra historia un día esencial que no es otro que aquel 20 de abril en cuyo amanecer vieron la luz primera los Motivos de son, de Nicolás Guillén, quien nació un 10 de julio de 1902. Hablamos de una marca, de un parte aguas de nuestra poesía en donde bebieron las fuentes más auténticas del pueblo para contemplar las aguas de una insularidad cantada pero no reconocida en su categoría insoslayable.
Fue Cintio Vitier quien distinguiera el aporte de Nicolás a la poesía de nuestra lengua, que no fue otra cosa que el «hallazgo del son» inscrito en su marco de nuestra tradición oral para, así, abrir el horizonte de una vanguardia artística que se afanaba por encontrar, asimismo, una moral limpia que alimentara a su casi gemela, vanguardia política. Un tema estudiado hoy por nuestros más destacados jóvenes creadores.
Desde entonces, la poesía de Nicolás Guillén caló hondo en la sensibilidad de todos los cubanos, cualquiera que hubiese sido su origen o posición social, pues partía del reconocimiento de los evidentes componentes africanos que la definían junto a los de origen hispano.
«Todo mezclado» cantó el poeta para que, décadas después, Roberto Fernández Retamar elogiara su invariable maestría en su clásico El son de vuelo popular y, no por azar, afirmaba Mirta Aguirre que esa poesía era el más rotundo éxito de la música cubana. Regino Boti, Emilio Ballagas, Roldán, Caturla, González Allué, José Antonio Portuondo, cada cual, a su modo, reverenciaron aquellos Motivos… poniendo de relieve el fundamental intercambio entre arte y nación. Alguna vez, a lo largo de innumerables conversaciones, Nicolás Guillén confesó que una de las mayores influencias de sus Motivos… eran los del santiaguero Miguel Matamoros.
La obra de Guillén, que incluyó el cultivo del oficio de periodista, no se explica sin esa vocación. «Nací en una imprenta», decía en 1972 y, habiéndolo aprendido de su padre, no dejó de repetirlo. Nunca pudo desentenderse de ese hecho que lo inclinó hacia la búsqueda informativa, la referencia necesaria y el equilibrio de la verdad histórica. Su ejemplar periodismo combatió la injusticia social, la opresión, la desigualdad.
Ángel Augier, a la cabeza de todos, abrió el camino del estudio sistemático de esa vida y esa producción que todavía, en nuestro tiempo, requieren de una incesante observación, de un análisis profundo de todos sus procesos y valores y, por eso, no olvidamos este 10 de julio.
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