Fue el jueves dos de julio de 1846 cuando los esposos José Joaquín Sánchez Marín e Isabel María de Valdivia y de Salas celebraron el nacimiento de su primer hijo varón, bautizado con los nombres de Serafín Gualberto, a quien su temple le deparó un lugar cimero en la historia de Cuba.
Quizás la afición a la vida libre, en pleno campo, con el gusto de sus baños en el río y con la aptitud para montar caballo, le facilitaron adaptarse a las difíciles condiciones de la manigua redentora durante las tres guerras mambisas por la independencia de Cuba, en las que tuvo Serafín una asombrosa hoja de servicios en la contienda, participando en más de 120 combates contra las tropas españolas.
Con apenas 22 años de edad se alzó al frente de 45 hombres armados de escopetas el seis de febrero de 1869 en la finca Los Hondones, en la zona de Bellamota, perteneciente a la demarcación espirituana.
Sus hazañas en la campaña bélica, algunas marcadas con heridas en el cuerpo, le permitieron transitar desde la categoría de teniente hasta la de Mayor General.
Varios insignes patriotas de aquellas gestas por la emancipación cubana reconocieron las virtudes y valores del patriota espirituano; pero fue el Héroe Nacional, José Martí, quien mejor lo definió, al expresar:
“El general Serafín Sánchez es digno del amor de los cubanos por el valor que ha empleado con su servicio, por la dignidad con que vive en el destierro del trabajo de sus manos y por la pasión republicana que le dirige el brazo heroico. He aquí un buen ciudadano”.
En otra ocasión también Martí escribió: “De sólidos méritos y limpio corazón (…) el valiente y sensato cubano Serafín Sánchez. De soldado se anduvo toda Cuba, y adquirió gloria justa y grande. Es persona de discreción y de manejo de hombres, de honradez absoluta y de reserva, y (…) tiene de columna hasta la estatura”.
Lea aquí: Serafín Sánchez, un hombre grande de la Patria
A las excepcionales cualidades de combatiente se les unieron las de su magisterio, al enseñar a leer y escribir en los campamentos insurrectos a campesinos y esclavos liberados como Quirino Amézaga.
Se destacó, asimismo, por una gran sensibilidad humana, la que se puso de manifiesto en muchas ocasiones, y entre las que descuella su actitud ante la epidemia de cólera desatada en la tropa de la que formaba parte durante una marcha en la jurisdicción de Camagüey.
El general Ángel Castillo, jefe de aquellas fuerzas maltrechas por la enfermedad, decidió abandonar el campamento instalado en la finca de Los Guanales y diseminar a sus hombres en el territorio camagüeyano para cortar el contagioso mal, pero antes pidió voluntarios para quedarse en el lugar dando sepultura a los cadáveres y cuidando a otros moribundos.
Entre los escasos hombres que dieron el paso al frente ante la súplica del jefe mambí estaba el joven Serafín, quien con 23 años de edad sabía que en aquel cementerio maldito corría el riesgo inminente de caer olvidado y sin gloria, víctima del cólera.
El 18 de noviembre de 1896 fue un día de duelo de las armas cubanas. La República, que en su encabezamiento se identificaba como Periódico Revolucionario de Las Villas, en su edición del 30 de noviembre de 1896 sintetizaba la consternación de las tropas insurrectas cubanas por aquellos días:
“Dolorosamente impresionados, decía su artículo de la primera página, por la muerte de uno de nuestros guerreros más ilustres, el General Serafín Sánchez, acaecida en el campo de batalla el día 18 del actual, la Redacción de la República comunica al pueblo de Cuba tan infausta nueva y se asocia al sentimiento de general tristeza que embarga los ánimos”.
Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Libertador, igualmente, resumía la amargura por la pérdida irreparable del paladín: “Si la fe en el triunfo de la Revolución hubiera podido morir con un hombre habría muerto con el General Sánchez”.
La carta dirigida a su esposa por el comandante Raimundo Sánchez Valdivia, hermano de sangre de Serafín y jefe de su Despacho, mostraba la impresión más conmovedora del aciago hecho, ocurrido 48 horas antes:
“…hoy es con corazón desgarrado por el dolor, con los ojos vertiendo copioso llanto por la muerte nunca bien sentida de nuestro querido Serafín. Murió como un valiente en el campo de la acción al golpe rudo de una maldita bala penetrando por el omóplato derecho y saliendo por (…) clavícula izquierda.
“Hoy me encuentro huérfano, solo en el mundo pues he perdido en él a un hermano y a un padre cariñoso. La Patria también ha perdido a un hijo irreparable”.