Un biosensor portátil que, insertado a una mascarilla, es capaz de detectar la presencia del virus SARS-CoV-2 analizando el aliento de la persona, presionando un botón en un tiempo de 90 minutos, fue creado por investigadores del Instituto Wyss de la Universidad de Harvard y del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Peter Nguyen, científico del Instituto Wyss y uno de los creadores, afirmó que, «básicamente, hemos reducido todo un laboratorio de diagnóstico a un pequeño sensor sintético basado en biología que funciona con cualquier máscara facial y combina la alta precisión de las pruebas de PCR con la velocidad y el bajo costo de las pruebas de antígenos», expuso Russia Today.
El dispositivo, según estudio publicado este lunes en la revista Nature Biotechnology, Nguyen y su equipo se basan en una tecnología de células libres liofilizadas wearables o ponibles (wFDCF), cuyo pionero es Jim Collins, coautor de la investigación.
Russia Today explicó que la técnica consiste en la extracción y la deshidratación de la maquinaria molecular que utilizan las células para leer el ADN y producir ARN y proteínas.
«En ese estado, el material biológico es estable durante largos periodos de tiempo y para activarlo basta con agregar agua. Así, al presionar el botón del biosensor, los componentes liofilizados se hidratan y ocurren tres reacciones biológicas que producen una señal —mediante cambios colorimétricos— en respuesta a una molécula diana, en este caso, el ARN del SARS-CoV-2. De dar positivo, aparecerá una simple línea en la parte de lectura del dispositivo, similar a lo que ocurre con una prueba de embarazo casera», destacó RT.
El Instituto Wyss señaló las tasas de alta precisión alcanzadas por la mascarilla wFDCF como la primera prueba de ácido nucleico SARS-CoV-2 en comparación a las pruebas RT-PCR estándar actuales mientras funciona completamente a temperatura ambiente, eliminando la necesidad de calentar o enfriar instrumentos y permitiendo la detección rápida de muestras de pacientes fuera de los laboratorios.
Si bien este biosensor había sido aplicado anteriormente para el diagnóstico del virus del Zika en 2015, y el año pasado en medio de la pandemia, es el resultado de tres años de trabajo.