El artista cubano Hamlet Lavastida regresó a Cuba el 20 de junio de 2021 tras concluir una residencia artística en Künstlerhaus Bethanien, Alemania. Una vez en territorio nacional guardó cuarentena preventiva de una semana. El 27 de junio, día en que concluía esa medida de seguridad, fue apresado y trasladado a Villa Marista, sede del órgano de instrucción de la Seguridad del Estado.
Así como a los abusadores no les satisface que los clasifiquen como tales, a los regímenes totalitarios pareciera gustarles presumir de hegemónicos culturales. Quizá por ello, los presos políticos cubanos lleven uniformes comunes. El Gobierno convierte lo político en «común».
Esta conversión resulta un simple ilusionismo, magia de escena. En un inicio sorprende, engaña, «ilusiona», pero es un acto.
El «Gobierno cubano» es un ilusionista, y uno de sus tantos trucos es ese: convertir en preso común a cualquier disidente político.
En las siguientes líneas develaré este truco. Estén atentos.
(Sube el telón)
Hamlet es un artista. Su obra subraya con highlight parte del lenguaje político revolucionario para exponer su esencia totalitaria. Una detención derivada de su activismo supondría, de manera inequívoca, la existencia de motivos políticos y de una mera represión. Hamlet sería un preso político.
A principios de febrero de 2021, Humberto López mostraba en la Televisión Cubana (TVC) una suerte de organigrama del movimiento 27N. Entre los grupos de trabajo se encontraba el «27N acción», cuya misión, presuntamente, consistía en proyectar propuestas concretas para subvertir el orden establecido en el país.
En la trasmisión se aprecia una imagen de un usuario identificado como Hamlet Lavastida, quien propone marcar billetes de alta denominación con símbolos que aludieran al Movimiento San Isidro (MSI) o al propio 27N. Para esta acción Lavastida proponía confeccionar un cuño, o introducir uno en el archipiélago, y con este comenzar a marcar billetes en circulación para visibilizar la resistencia cívica de estos movimientos y resaltar así su presencia. Asimismo, se mostró una foto donde aparece un billete polaco marcado con un símbolo de la resistencia en Polonia autodenominada Armia Krajowa, a modo de ilustración gráfica de la propuesta. Seguidamente, otro usuario identificado como Tania Bruguera contesta: «lo pongo en mi lista»; lo cual acredita que no se trataba de un monólogo o de un flujo de pensamiento puesto por escrito, sino de un intercambio de ideas, una planificación entre al menos dos personas.
El Artículo 103.1 del Código Penal cubano describe una figura delictiva nombrada «Propaganda enemiga» que se encuentra regulada en el Título I del Libro II «Delitos contra la seguridad del Estado». Su letra reza: «Incurre en sanción de privación de libertad de uno a ocho años el que:
»a) incite contra el orden social, la solidaridad internacional o el Estado socialista, mediante la propaganda oral o escrita o en cualquier otra forma;
»b) confeccione, distribuya o posea propaganda del carácter mencionado en el inciso anterior».
El Artículo 12 norma: «Son sancionables tanto el delito consumado como la tentativa. Los actos preparatorios se sancionan únicamente cuando se trate de delitos contra la seguridad del Estado».
La conducta de Hamlet Lavastida es típica, o sea, se encuentra descrita en una norma prohibitiva. Su detención derivaría de su propia infracción de una conducta tipificada en el Código Penal cubano como delictiva. En consecuencia, sería un preso común.
(Baja el telón)
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El poder en Cuba ofrece demasiada importancia al positivismo y, en consecuencia, ha educado a la sociedad civil para que piense de manera positivista. Pero, como reconociera Hans Kelsen al final de sus días: el derecho no es solo norma. Quizá por esa misma tendencia, el Buró Político se apresuró a incluir en la Constitución cubana una cláusula de irrevocabilidad del socialismo; quizá por eso Humberto López resalta con presteza que el Banco Central de Cuba tiene una norma donde clasifica los billetes marcados de manera intencional como «no aptos», y seguida y caprichosamente lo relaciona con un daño a la economía nacional —como si el papel moneda fuese el valor que representa—; quizá por eso el discurso gubernamental se empeña en mostrar una y otra vez prohibiciones escritas pero descontextualizadas por completo.
La posible imputación de Hamlet por la comisión de un delito de propaganda enemiga —o de cualquier otro contra la seguridad estatal, pues Villa Marista es un órgano de instrucción de delitos contra la seguridad del Estado— es un mal truco positivista para convertirlo en un preso común.
El Estado es el representante del pueblo; de todo el pueblo, no solo del que le aplaude. Hamlet Lavastida es una fracción de ese pueblo y detenta una fracción de esa soberanía de la cual dimana todo el poder estatal —según el Artículo 3 de la Constitución cubana—. La legitimidad del Estado y, en consecuencia, su necesidad de protección, emana de la transparencia con la cual ejerza como representante y nunca como soberano frente al pueblo. Un Estado déspota, totalitario, cuando se defiende, lo hace de aquellos que lo exponen y reivindican la soberanía que les corresponde. No es la Seguridad del Estado cubano lo que se protege, sino el statu quo que les beneficia.
No se trata de propaganda enemiga, porque esa propaganda visibiliza una oposición que pide más libertad para todos —incluidos tú y yo—, que denuncia los excesos contra muchos cubanos y que, en definitiva, supone una voz que expresa rechazo y hastío al absurdo —como el que podemos sentir tú y yo—. No es enemiga, es solo propaganda.
Marcar billetes con mensajes políticos, como daño material, no es más grave que escribir una cuenta matemática en el mismo soporte. Lo que preocupa al poder no es el costo de reemplazar un trozo de papel, sino el de lidiar con una ciudadanía más osada, más consciente.
¿Incitar contra el orden social establecido? ¿Ese que reprime la palabra si no adula, y las ideas si no son buenas? Ego quoque. También yo merecería pena por la misma conducta de Lavastida, la única diferencia es que a mí no se me ocurrió lo de los billetes.
La oposición pacífica no puede entenderse jamás como un acto que ponga en peligro al Estado, no importa cuánta habilidad parezca mostrar el ilusionista.
En este caso, el truco es malo. El ilusionista también. No obstante, reconozco que, en ocasiones, no logro entender algunos espectáculos y es cuando me aferro a la única verdad que me consta de la magia de escenario: lo único que suele ser real, es lo que te muestra el ilusionista al inicio del acto; una paloma, una pelota, una doncella. El resto es parte del acto. Una ilusión.
Recordemos el inicio de este acto: Hamlet es un artista. Su obra subraya con highlight parte del lenguaje político revolucionario para exponer su esencia totalitaria. Una detención derivada de su activismo supondría, de manera inequívoca, la existencia de motivos políticos y de una mera represión.
El resto es una ilusión.
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