En Cuba, la euforia se funde con la esperanza luego de que el Estado dio conocer que Abdala, uno de los cinco candidatos vacunales contra el COVID-19, tiene una eficacia de poco más del 92 por ciento.
Pero las dudas han sido inevitables; hay incertidumbre, a juzgar por las declaraciones de expertos que consideran falta de información y transparencia en las investigaciones, métodos clásicos de una dictadura.
La epidemióloga radicada en Miami, Dadilia Garcés, recuerda que Cuba registró varias de sus vacunas ante la Organización Mundial de la Salud, más de dos. Sin embargo, los resultados de cada etapa no han sido publicados, ni han sido analizados por un grupo de expertos independientes, como requiere el protocolo.
“Cuando no hay transparencia en la producción de un medicamento o de una vacuna, eso crea mucha incertidumbre, y cuando estamos hablando de la salud y la efectividad de una población hay que ser bien claros y transparentes con la información que tenemos en base científica”, dijo a Radio Televisión Martí la también profesora del Miami Dade College.
Recordó que a nivel mundial hay tres entidades que reconocen y avalan las vacunas: la Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés), uno de los primeros países que inició esta regulación a principios del siglo XX; la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud.
Las tres siguen los mismos protocolos y fases para aprobar el suministro del medicamento y las vacunas que se suministran en EEUU: Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson, han sido aprobadas al menos por una de las referidas entidades.
“De hecho la Pfizer ha sido aprobada para que se utilice en Europa y en EEUU; Johnson & Johnson, en EEUU, con el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud, muestra de seguridad, efectividad y calidad de la vacuna”, subrayó la doctora.
El gubernamental Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana ha sido hasta el momento el evaluador del prospecto vacunal Abdala que, con efectividad de 92,28 %, según el anuncio oficial, se administra en tres dosis con 14 días de diferencia. La Organización Mundial de la Salud establece que un candidato vacunal debe demostrar al menos 50% de efectividad para ser aprobado como medicamento. El Ministerio cubano de Salud Pública informó en días recientes que hasta el 19 de junio último, 905 mil, 692 personas han recibido las 3 dosis.
“Generalmente cuando existen vacunas que necesitan dos o tres dosis es porque la respuesta inmune no es adecuada con la primera o segunda. Pero no hay suficiente evidencia expuesta para poder analizar la necesidad de recibir dos o tres dosis de Abdala”, precisó la epidemióloga Garcés.
Protocolo requiere el aval de expertos independientes y publicación de información
El Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), organismo regulador de Cuba debió autorizar su uso de emergencia.
De acuerdo al protocolo internacional, una vez que la vacuna se haya probado en animales, en un pequeño grupo de individuos y en una inmensa cantidad de personas, miles, lo que se conoce como fase 3, todos con resultado positivo, se convoca a un panel de expertos.
“Los expertos no pueden tener compromisos con el fabricante ni con el Estado y deben ratificar la validez experimental de la vacuna y solicitar al ente regulatorio un permiso temporal de emergencia para suministrar de inmediato la medicina. De no haber urgencia, la entidad puede demorar años en pronunciarse”, explicó el doctor José Antonio Cisneros, radiólogo y especialista en biomedicina.
Los resultados deben ser divulgados a nivel internacional a fin de que la comunidad científica revise el proceso de cómo se llegó al porcentaje de efectividad y lo avale. De no ser así, se reduce la credibilidad del país en cuestión como ocurrió en Rusia con la vacuna Sputnik.
“Con Sputnik sucedió que los resultados investigativos solo los conocía Rusia. Ellos decían que tenía una alta efectividad, pero no fue hasta que presentaron sus resultados y protocolo en la prestigiosa revista, The Lancet, que la comunidad internacional empezó a asumir la eficacia y seguridad de la vacuna Sputnik”, ejemplificó el especialista.
Por otro lado, dijo que si Cuba quiere demostrar la eficacia de sus vacunas debe informar públicamente en cuántos casos se demostró el porcentaje de eficacia, los resultados, cuál fue el protocolo utilizado, cómo se administró la vacuna, su naturaleza, si es de virus muerto o atenuado, si es de proteína o si están trabajando con RNA recombinado.
En EEUU, científicos, expertos o médicos independientes supervisan la producción del medicamento no así en Cuba como ha manifestado el doctor especialista en medicina interna, Alfredo Melgar.
“En Cuba, el estatal Instituto Finlay o el Instituto de Biotecnología fabrican las vacunas y luego sacan el reporte según determinan. Sin embargo, no hay un centro que conceda la aprobación final después de revisar los datos de la investigación. ¿Dónde están los datos?, ¿en qué revista científica se han publicado?, se preguntó el galeno de origen cubano.
Cuba es el primer país que produce una vacuna anticovid en América Latina y el único en la región que rechazó el ofrecimiento del Fondo de Acceso Global para Vacunas, un mecanismo que proveerá más de 35 millones de dosis gratis a 33 países del continente.
Difícil confiar en la información de países totalitarios
Los tres especialistas consultados por Radio Televisión Martí coinciden en que en países donde el Estado tiene total control de la información, es muy difícil confiar en lo que dicen. “Tienen que documentar todo eso a nivel mundial para entonces obtener un reconocimiento científico además del reconocimiento legal del país”, comentó el doctor Cisneros.
Sin embargo, dijo confiar en la ética de sus colegas cubanos, que apliquen su opinión profesional independiente y que respeten el derecho del paciente competente a aceptar o rechazar un tratamiento. Y, sobre todo, que no permitan que su opinión sea influenciada por beneficio personal o discriminación injusta.
“Es el juramento de todo médico no hacer daño. Me cuesta creer que un médico cubano o de cualquier país, abale algo que dañe a su población, a sus conciudadanos. Sería un crimen de lesa humanidad lanzar un producto que pudiera en un momento dado poner en riesgo la vida de cualquier población, en este caso la cubana”, afirmó.
Por su lado, el doctor Melgar dijo que los grupos científicos y médicos en Cuba tienen entre sus responsabilidades advertir al mundo sobre las especificidades del producto.
“Se sabe que el régimen de Cuba no va a permitir a ningún experto independiente validar sus vacunas. Los médicos y científicos cubanos tienen una responsabilidad porque ese producto se piensa vender a otros países, Venezuela, Argentina, México, Irán. Deben advertir que esas vacunas no están reconocidas, que desconocen datos, cifras, por tanto, deben emitir una advertencia internacional”, sugirió Melgar.
Por el momento se ha demostrado que las vacunas aprobadas por entes internacionales de prestigio son efectivas y seguras. Por eso la doctora Garcés las recomienda.
“Las vacunas han sido uno de los avances principales a nivel de salud del siglo XX y junto a la potabilización del agua han salvado muchas vidas. Las vacunas anticovid reconocidas a nivel mundial son seguras y efectivas. Vacunarse salva vidas”, concluyó.