Hoy amanecimos pronto. A las 4 am ya estábamos reunidos en la Dirección Provincial de Cultura y luego de los saludos, un café y la correspondiente foto frente al lienzo, partimos hacia Guanahacabibes , el extremo más occidental de la isla.
Al filo de las 7 am cuando las primeras luces del día se filtraban entre jagueyes, cedros, caobas, algarrobos, llegamos a La Bajada, allí donde la carretera se bifurca: a la izquierda María La Gorda, a la derecha Cabo San Antonio, al frente el mar del golfo con todos los azules imaginados.
Un enjambre de mosquitos nos esperaban, a estas horas aún el sol no calienta y las sombras son propicias para que ellos tarden en recogerse. Una breve parada. Más fotos. Risas. Algún que otro chiste, y otra vez a la guagua pues aún nos faltan más de 50 km para llegar a nuestro destino. Aún lado y otro el monte, cercandonos.
El diente de perro de los farallones donde buscamos infructuosamente a las iguanas. El mar elevándose en pequeñas gotas que hacen salado el aire. Más de una piara de cerdos se cruza en nuestro camino. Los enormes cangrejos escapan tímidos al ruido del motor.
Estamos en tierra virgen y bendecida. Se siente la paz y la belleza. Los que no dormimos disfrutamos cada detalle, escudriñamos entre los árboles queriendo adivinar qué hay tras ese espeso manto vegetal. A ratos vuelve el mar, a intervalos, entre un cayo de monte y otro. A ratos, también, las viejas leyendas de galeones hundidos y tesoros piratas. Hoy parece un plato azul. Está tranquilo.
El mar de Guillen, de Virgilio, de Gertrudis y Bonifacio. El mar de todos los cubanos. El que une y separa. El que se amansa en mañanas como ésta o se levanta con furia al paso de los huracanes.
Y cuando menos lo esperamos: El Faro Roncali. Imponente. Firme. Retando al tiempo y a las tempestades. Iluminando la noche de los marineros. Guiándolos como un enorme brazo que sostiene un farol. Indicando que aquí comienza Cuba, una isla libre, acostumbrada como él a alumbrar y resistir.Aún es temprano, los torreros nos reciben. Les brindamos café.
Desplegamos la bandera. La dejamos ondear y no falta quien advierta, lleno de orgullo, lo hermosa que es. Otra vez fotos. Todos queremos dejar constancia de este viaje, de este día, del motivo que nos trajo hasta aquí: subiremos al faro y allí, en lo alto, en el extremo occidental de la isla desplegaremos un gran lienzo, un reclamo, una exigencia, una obra de arte contra el Bloqueo que por 60 años intenta asfixiarnos, vencernos, rendirnos.
El Bloqueo que nos enfrenta y nos divide, que nos aparta del mundo, que nos obliga a ser creativos para sobrevivir. Todos los que hemos llegado hasta aquí nacimos y crecimos bajo estas circunstancias, sufrimos las carencias que genera, nos indignamos ante el cinismo de aquellos que al aplicarlo intentan hacernos creer que ese puño que aprieta nuestro cuello, busca nuestro beneficio y «libertad».
La firma en el lienzo
Arquímides Lores (Nelo), Elvis Cellez, Dausel Valdés, Yoan Lorenzo y Abel Morejón, artistas que han pintado esta «gran valla » dan los últimos retoques, estampan su firma en una esquina del lienzo de más de 5 m de longitud. Los que los acompañamos, firmamos también y entonces, descalzos porque al centenario faro hay que subir descalzos, ascendemos hasta lo más alto por la estrecha y sinuosa escalera de caracol.
Impresiona el azul y también el verde. A un lado el mar que nos une al mundo y que a la vez nos aísla, preserva y singulariza, al otro la verde isla extendiendose: llave del golfo, caimán despierto, «un largo lagarto verde con ojo de piedra y agua». Puede que en este alejado punto nadie nos esté escuchando, pero gritamos. «Elimina el bloqueo» decimos a una voz y alzamos el brazo en gesto bravo, desafiante, firme.
Todo lo que les cuento en esta crónica, ha ido documentandose, en tiempo real, en las redes sociales: nos acompaña un equipo de jóvenes periodistas: mientras en la ONU se debate la resolución que Cuba presenta contra el criminal bloqueo, ellos muestran al mundo este simbólico acto nacido desde el arte, el sentimiento, la razón, y se mantienen (y nos mantienen) al tanto de los resultados de la votación.
Bajamos. Sabemos que nuestro gesto no será suficiente, que al regresar nos esperan las mismas necesidades y carencias que signan el día a día de todos los cubanos, pero tomamos dignamente una taza de oloroso café. Nos sentimos familia que unida por el arte reclama su derecho a seguir «empujando un país «.
Desde lo alto del faro una palma y Martí miran hacia los cuatro puntos cardinales. De regreso el monte nos ofrece el hermoso regalo de un venado que cruza veloz, como un rayo y se pierde en la espesura. 184 votos a favor. Tres abstenciones y dos en contra. Inevitablemente pienso en «el siervo herido que busca en el monte amparo».
(Tomada del perfil en facebook del presidente de la UNEAC en Pinar del Río Nelson Simón. Foto: Osbel Benítez Polo)