Al respeto casi nunca se llega por un hecho puntual, sino por una trayectoria de aciertos. Respetamos la prosa del Apóstol, las actuaciones del Ballet Nacional, la música de Frank Fernández. La admiración por un deportista, escritor, médico o comunicador no está dada porque un buen día sobrepasó una meta o escribió «La Novela de su Vida», sino por el conjunto de sus aciertos a lo largo de actuaciones y desempeños.
Sucede lo mismo con un profesor. Serlo no genera en sí mismo el respeto, tampoco lo hace una demostración magistral única; sino que se construye después de acertar repetidamente en las explicaciones claras y las respuestas convincentes, también con el ejemplo.
La gestión del gobierno en la economía nacional tiene similitudes con esto. Antes de que comenzara a agudizarse la crisis durante el segundo semestre de 2019 –como efecto, entre otros elementos, de las medidas impuestas por la Administración Trump, que llegaron a las 243–, la opinión pública interna, que para ese entonces ya tenía en las redes sociales un foro para manifestarse, se mantenía medianamente cohesionada en torno a una relativa prosperidad del turismo, los pequeños emprendimientos, los viajes de placer o negocios. Tenía además grandes esperanzas en las aperturas y ampliaciones del sector privado. Sin embargo, en un momento el profesor erró en su respuesta.
En julio del 2020 tomó la decisión de que en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) también se venderían alimentos y otros productos de primera necesidad. Eso puso en duda todos los elementos de la ecuación, no solo económicos, sino sociales y políticos. ¿Cómo un Estado que pretendía eliminar una dualidad monetaria causante de injusticias e inequidades, puede inventarse otra moneda sobre la que no tiene control y que es generadora de muchas más injusticias?
Eso sembró la duda. Para justificarla, muy pronto fueron cerradas las oficinas de la Western Unión, por donde entraba el monto de las remesas al país, entregadas a la población en CUC desde hacía algún tiempo. Con ese cierre quedaba expuesto el error estratégico de depositar confianza en la moneda sobre la que no se tiene control alguno.
Al principio solo se vendían en MLC productos de gama alta, en un intento de satisfacer la demanda cubierta hasta ese momento por quienes se aventuraban en viajes a Panamá y otros países de la región en busca de ganancias tras revender sus productos. No obstante, meses después se inició también la venta de alimentos de primerísima necesidad en esa moneda extraña, enemiga, ajena, en pleno proceso de sobrevaloración ante el nuevo diseño comercial.
Se volvió entonces imperiosa la necesidad de poseerla, pues sin ella no podían adquirirse productos alimenticios vitales que tradicionalmente han complementado la canasta básica con la cual se sustentan los cubanos.
Con ello se tensaron más aún las ya muy tensas condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, pues además, ningún banco o casa de cambio realiza la venta de divisas, como solía suceder en otro momento y es práctica común en cualquier lugar del mundo. Por esa causa, el acceso solo es posible mediante remesas o en el volátil mercado informal de un país que desconoce las leyes de la especulación monetaria, lo que ha triplicado el valor del dólar, en contraste con la intención nominal del Estado de elevar el poder adquisitivo de la población tras la aprobación de un aumento salarial considerable.
Para empeorar, los precios de muchos productos deficitarios empiezan a manejarse en la divisa extranjera. De no darse una pronta intervención en la economía, el poder adquisitivo de los trabajadores se deprimirá hasta niveles insospechados, muy por debajo de lo esperado con la Tarea Ordenamiento.
Depositar su confianza en una moneda foránea ha sido uno de los errores más graves que ha cometido recientemente el profesor, pensando que en sus manos tenía la respuesta. ¿Cómo creer que nos iba a salvar una divisa que nos divide al ser asequible para unos pocos e inalcanzable para la gran mayoría?
El Banco Central suspende temporalmente aceptación de depósitos en efectivo de dólares de los EEUU como consecuencia de la brutal persecución financiera del bloqueo. He ahí, otra vez, la causa principal de nuestros mayores problemas. #EliminaElBloqueohttps://t.co/UkN3m8mYTO
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) June 11, 2021
¿Cómo motivar a los emprendedores nacionales si no ingresan MLC a sus negocios? ¿Qué hacer para que los «afortunados» –esos que reciben remesas– aporten y participen de la misma forma que lo hacen quienes no tienen acceso a esa moneda? ¿De qué manera evitar la especulación? ¿Cómo asegurar que los precios de los alimentos tengan valores correlativos con los ingresos de los trabajadores? ¿Cómo conseguir que nuestra moneda comience a respirar por sí sola? ¿Cuál es la fórmula para lograr la justicia social perdida? ¿Cuándo los ciudadanos de este país podrán concentrarse en sus profesiones y no en la siguiente cola? ¿Por qué debemos obtener divisas para comprar en las tiendas de nuestro país, si recibimos salarios en pesos cubanos?
Nuestra preocupación no puede ser la generación de una divisa extranjera, para eso existe un Ministerio. También elegimos y depositamos confianza en grupos de entendidos –se hace desde las polis griegas y romanas– que deben representarnos de manera concreta y no formal. Con tales medidas las molestias, al igual que las divisas, se disparan; las opiniones de quienes tradicionalmente han defendido la justeza del sistema se quedan sin argumentos, mientras el día a día se vuelve más difícil.
Ahí fue donde nuevamente perdió respeto el profesor. Los alumnos han comenzado a cuestionarse las respuestas, las analizan como con lupa, al asecho del más mínimo desliz en la línea de razonamiento, como cuando se llega a un punto de no retorno. En medio de esa duda llegó el reordenamiento y las desordenadas medidas. Para ese entonces todos estaban preparados –lupa mediante– y muy pronto se constató lo errado del enfoque del profesor, quien no siempre tiene la respuesta acertada y consecuente. Ya no volverá a ser igual.