Pese a su alejamiento aparente de la vida púbica, Máximo Gómez sigue siendo un ídolo, y la plácida estancia en Santiago de Cuba le reafirma, como su acaso lo necesitara, que su arraigo y ascendencia están intactos y siguen siendo enormes. La gente le cierra el paso en la calle. Todos quieren verlo y saludarlo. Escuchar su palabra.