Es de mañana. La ciudad ebulle en medio de sus colas, mientras en algunos puntos de su geografía, otros aguardan. El carro de Cadena Caribe carga los paquetes del alivio.
La sonrisa de Gaudemia Fontela Fonseca se confunde con sus lágrimas. A escasos metros, su hijo, aquejado de síndrome de soto, retraso mental severo, autismo, lamentablemente no lo advierte: “Esto no es pago con nada, nos traen estos módulos hasta la puerta de la casa, nos evita una cola que no podemos hacer, pasamos mucho con un niño enfermo, vivo superagradecida y nos sentimos más acompañadas, más seguras y saber que la Revolución no nos abandona”.
Ni siquiera la iniciativa, que ya se hizo rutina cada mes y lleva hasta las casas de cerca de 60 familias vulnerables de la ciudad espirituana módulos de aseo y alimentos de las cadenas de tiendas, apaga el impacto.
Lo dice Mirian Jiménez, quien desde sus días de parto apenas puede despegarse de su hijo, quien hizo una parálisis cerebral infantil y vive en cama, alimentado por sondas: “Estaba desesperada, pues a pesar de que mi niño tiene carné de impedido físico, no te dejan comprar con eso, supe de este programa por una compañera que tiene un niño en condiciones similares, tenemos necesidades más apremiantes que otras personas, con pacientes encamados que requieren de una alimentación especial, que hay que lavar más de lo normal; estamos muy agradecidos por esta labor tan humana”. El diálogo es corto porque su tiempo lo es. “Tiene una inmunodepresión importante, que es la razón por la que no los puedo dejar pasar; vivimos casi aislados”, dice y se lamenta.
El carro se aleja y las puertas aguardan las historias, que no son, lamentablemente, tan pocas. La agenda de Escambray, que apenas comienza, parece incapaz de recogerlas cuando algo más que gratitud asoma a los rostros.
“Desde inicios de la pandemia se nos fueron acercando varias familias que tenían dificultad para acceder a los establecimientos por tener niños o adultos con alguna discapacidad severa que les impedía el traslado a las tiendas —comenta Kenier Aguiar Ramos, director de Cadena Caribe en la provincia—; entonces nos acercamos al Gobierno Provincial y al Consejo de Defensa Municipal de Sancti Spíritus y pedimos el censo de todas las familias en esta situación. Comenzamos con 12 y hoy suman 45 los núcleos, reciben estos módulos de productos de aseo y alimentos que están deficitarios y son tan necesarios: champú, detergente, jabón, aceite, pollo, picadillo, salchicha, talco, culeros desechables, cremas… Tratamos de llevar los de más bajo precio, los más económicos, pues se sabe que con la Tarea Ordenamiento mantuvimos los mismos que estaban; siempre nos comunicamos antes para no sentirnos mal en el caso de aquellas familias que no puedan pagar y hasta ahora han estado de acuerdo”.
La próxima parada es en los escondrijos del barrio de Jesús María. Alina Pérez García hace un alto en su atención a Eduardo Alejandro, que desde una silla de ruedas con una parálisis cerebral, sonríe: “Esto es una ventaja grandísima, resuelve y mucho más ahora que está enfermo y tengo que darle sopitas.” Y no dice más. Tampoco hace falta. “Esto me deja sin aire; lo único que puedo decir es gracias, gracias…”.
Y la respiración también se le corta a Escambray y al equipo de Cadena Caribe. Por más que desde hace meses Lionia González Rodríguez, gerente de la Unión de Kioscos de Cadena Caribe, conoce de las mismas historias, no puede evitar atragantarse: “La primera vez que lo hicimos hubo madres que nos abrazaron y no sabían cómo dar las gracias, en ese momento no podíamos entender por qué lo hacían, cuando fuimos a las casas, nos dimos cuenta de que hay muchas que viven solas con sus niños y no tenían a nadie más que las ayudara, que muchos no podían caminar porque son parapléjicos y otros, aunque caminan, tienen conductas por las que no se pueden dejar solos en las casas. Nos dimos cuenta del alcance de este trabajo, humanitario, dignificante. No puedo evitar llorar con ellos, mi gerente me dice: ‘te vas a enfermar’, pero uno se compenetra con las mamás que te llaman y comentan sus problemas. A veces usted escucha a la gente que dice que la Revolución tiene esto o aquello malo, pero no se detienen un momento a analizar los logros, las bondades como estas”.
Lo mismo sucede a Annalie Delgado Hernández, quien, en sus 17 años en la Cadena, nunca había experimentado vivencias similares: “Las personas más cercanas van al punto, pero llevamos la mayoría, lo organizamos por rutas. Es lo más sensible, hermoso y humano que hacemos, las madres no hallan cómo tratarnos, nos esperan con ansias, tratamos de darle lo esencial, a veces tenemos que volver más de una vez porque llegamos y el niño tiene algún problema, ellos agradecen la ayuda que les damos, nos llevamos casi como una familia, llegamos al corazón de esas personas”
De eso sabe bien Odelvis Reyes Valdivia, el chofer de Cadena Caribe, para quien los viajes tienen un valor especial porque carga en ellos su propia historia: “Me toca de cerca porque ves los niños con sus problemas, las madres no pueden ir a las tiendas y uno siente que las ayuda, eso me satisface y me llega al corazón, porque tengo uno con problemas y estoy agradecido de esta Revolución”
Adalys Ramírez Santos espera su alivio mensual en una calle del Reparto Kilo 12. Su hijo con retraso mental leve, psicosis orgánica crónica que le provoca problemas digestivos y otros males, alcanza a avisarle: “Llegaron las muchachas”, dice y se hace rápido de las salchichas, que es lo que más le gusta: “Esto es lo máximo —solloza Adalys—, las colas son imposibles y con la situación que tengo…, desde finales de año cuando me acerqué a la Cadena, no han fallado, vienen todos los meses”.
Yaquelin se estrena en la lista en un edificio de Garaita. Quizás por eso tenga que pedir permiso a sus lágrimas. Hace poco, muy poco, su pequeño de 11 años hizo otra convulsión: “Tiene una enfermedad degenerativa y siempre está convulsionando, hay que ponerle oxígeno, si no, no sale de la convulsión. Por eso veo esto como una iniciativa tremenda. Me conecté a ella a través de la comercial de la Cadena, somos mamás 24 por 30, o sea 24 horas del día por 30 días del mes, no podemos salir a nada y estos son productos de primera necesidad para niños encamados, hay que lavar a diario sus culeros, sábanas, toallitas, es una gran ayuda”
A Lionia se le estruja el pecho, otra vez. “Hace poco cuando llamamos, dos padres nos dijeron que sus hijos habían fallecido y fue muy doloroso, incluso, seguimos dándoles el módulo a esos padres. En uno de los viajes dos niños estaban convulsionando y los papás se lamentaban de que no nos podían atender, son cosas que te marcan, hoy son ellos, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros, pues en muchos casos son niños que nacieron sanos y que por un accidente de la vida están así, están más necesitados que ningún otro sector de la población. Hemos subido hasta una montaña, pasando ríos para llevar módulos a comunidades intrincadas, pero nada se compara con esto”.
Porque rebasa lo comercial, el programa no lleva nombres, ni tampoco etiquetas. Desde la cadena, una certeza sigue sobre ruedas: “Vamos a seguir haciendo esta labor, como mismo hacemos en las comunidades —sostiene Aguiar Ramos—, somos una empresa estatal socialista y todos los trabajadores que participamos en esto tienen una sensibilidad increíble y saben del humanismo de esta acción, los beneficiados nos expresan mucha gratitud y esto se refleja en entrevistas que hemos hecho y eso genera un compromiso y una alta responsabilidad”.
Nilda se sacude su cansancio. Hace siete años cuida a su Patricia, en cama tras un accidente de tránsito que la dejó en estado neurovegetativo: “Ellos son maravillosos, me han ayudado más allá de los módulos. Tú ves como alguna gente dice, pero yo no me siento privilegiada porque ¿quién quiere este privilegio?, yo quisiera estar en las colas. Yo me siento acompañada, respaldada, hoy en día se agradece todo, se necesita todo porque nos deja dormir un poquito más tranquilos”.
Por hoy el recorrido termina. Antes fue en el Reparto 23 de diciembre, donde los casos superan la veintena. También Los Olivos, Camino de La Habana, Colón… La agenda de notas se oprime. Nada supera el dolor, pero queda el alivio, la gratitud y la solidaridad que la pandemia no ha podido contaminar.