Los titulares de la prensa son claros y disparan las alarmas. En este propio diario no se publican buenas noticias sobre el SARS-CoV-2. La difusión de la Pandemia ha tomado rumbos que se suponían superados a esta altura al anunciar las autoridades sanitarias que en Sancti Spíritus y Trinidad, las dos urbes más pobladas de la provincia, están circulando las variantes detectadas en Sudáfrica y Gran Bretaña junto a la 614-G, que llega a todos los territorios. Nadie escapa al riesgo de contagio.
Es preocupante, triste como dicen algunos en redes sociales. Yo diría más: duele. Cuando escuchas las cifras de contagiados, los fallecidos, la creciente cantidad de niños y ancianos que están padeciendo el virus, es como recibir un piñazo en medio del pecho. Sin embargo, lamentarse no resuelve el problema; la queja, menos. El sistema de salud cubano, que se precia de su organización y celeridad para enfrentar conflictos sanitarios de esta naturaleza, está al límite de sus fuerzas, saca el extra. Las autoridades políticas y de gobierno no escatiman en destinar cuanto recurso sea necesario, en tomar las medidas más difíciles, no dejan de convocar a la cordura y el entendimiento colectivo. A pesar de todo ello, para algunos no es su problema, le restan importancia, no ganan en conciencia a la hora de tener mano firme para hacer cumplir en la familia y el barrio las más elementales medidas de bioseguridad.
También es cierto que estamos agotados, con ansiedad, estrés, agobio. El llamado a quedarse en casa parece que de tanto repetirlo no tiene el mismo efecto y es ahí cuando el poder de lo impositivo lo vemos con recelo. Pero no hay de otra, hay que apretarse el pantalón de la cordura y la sensatez porque desde hace más de un año está en juego constante la vida. Las intervenciones con Abdala y las fórmulas probadas de Soberana ya están a la puerta, se trabaja en la instalación de los vacunatorios, pero mientras esperamos es imperativo mantener la cordura en medio de tanta desazón.
Unos acusan a las colas, la escases de abastecimientos, la necesidad de salir a buscar el plato de comida que pondrá sobre la mesa. Otros miran la paja en el ojo ajeno y apuntan a falta de rigor en hacer cumplir las medidas. Hay verdades en ambos lados, pero lo que sí es una verdad contundente es que los procedimientos para prevenir están claros y es una irresponsabilidad no seguirlos cuando está probada la eficacia de mantener las distancias, utilizar el nasobuco, lavarse las manos, mantener la higiene en la casa y los lugares de trabajo, incentivar que la mayor cantidad de trabajadores tengan alternativas que no los obliguen a estar todos los días en las oficinas si no es necesario, a potenciar el teletrabajo y el trabajo a distancia, a reducir los horarios de servicio, a no dejar que los niños, adolescentes y personas de los grupos riesgo reconocidos estén como si nada detrás del pan en la bodega cuando hay otros en la familia que pueden asumir la tarea. Mucho menos que dejemos a los muchachos andar a sus anchas, reunidos, jugando o compartiendo sus intereses.
¿Que es difícil? ¿Qué estamos cansados? Eso ya lo sabemos y lo vivimos, pero así como muchos están dando el extra en las zonas rojas, así como el Estado destina millones de pesos para la protección salarial de cientos de cubanos, así como ves que de pronto una comunidad queda aislada durante días y sientes cada cifra de muertos por la Covid-19, así mismo debemos corresponder con lo más elemental: disciplina y responsabilidad.
Hace unas horas el doctor Manuel Rivero Avella, al referirse a las variantes del virus que circulan en Sancti Spíritus, reconocía en entrevista con Escambray que en las primeras 24 horas la Sudafricana es implacable en la destrucción celular lo que causa complicaciones en los pacientes y hay que actuar con prontitud. “Si se pierde tiempo y oportunidad para llegar al Sistema de Salud, los pacientes se complican más y fallecen. El elevado número de muertes que hemos tenido en la provincia en la última semana tiene relación con la variante que está circulando”.
Créame si le digo que desde esta esquina no vengo a dar un responso, pero tampoco siento que deba darle una palmadita de consuelo. Estoy, estamos desde los medios en la obligación de hacer comprender a todos que para vivir hay que interiorizar de una vez y por todas que esta no es una batalla de las autoridades, que ellas no son las únicas responsables. Buscar culpables a la ligera resulta fácil. Aquí, ahora, en este instante de la vida, o te cuidas o te cuidas, no hay alternativas.