Jadier Sotolongo Ibargollín tiene dos años y cuatro meses. Hay tanta picardía en su mirada que cuesta imaginarlo quieto, acoplado a una máquina de circulación extracorpórea mientras los médicos rectifican la comunicación interventricular que afecta su corazón y repercute en los pulmones. La malformación fue diagnosticada cuando apenas contaba tres meses de edad y a los ocho se le realizó la cirugía salvadora.
Mientras lo mira jugar, su madre, Adiany Ibargollín Rodríguez, evoca la angustia de aquellas horas interminables: “es el momento más duro de mi vida. Entró al salón sobre las ocho de la mañana y la operación terminó casi a las dos y media. El médico habló mucho con nosotros, de los riesgos porque el niño estaba muy delicado”.
Desde Trinidad viajaron al Cardiocentro William Soler en la Habana. Era el 8 de agosto de 2019; el doctor Eugenio Selman-Housein Sosa, director del prestigioso centro asistencial y excelente cirujano le devolvió la vida a Jadier junto a todo el equipo de médicos y enfermeros. Javier Sotologo Ponce sintió también mucho apoyo como padre.
“En la entrevista previa, el profesor Selman nos explicó la gravedad de nuestro hijo; tanta franqueza es dura, pero siempre encontramos mucho apoyo y comprensión. Yo le agradecí de antemano y él prometió que haría todo lo posible por salvarlo. Sentí mucha esperanza, porque en Cuba no hay nada más sagrado que un niño”.
Jadier sobrevivió a la riesgosa intervención quirúrgica y sus padres lo tuvieron entre sus brazos antes de las 48 horas; la lactancia materna resultó “milagrosa” en la recuperación del pequeño.
“Yo había entrado a la sala a extraerme un poco de leche y en eso se acerca una camilla con mi bebé; le dije, “seño” le puedo dar un besito y cuando me acerco se pegó a uno de mis senos y comenzó a mamar. No lo quietes – me dijo la doctora- eso es muy bueno para él. A las 39 horas había rebasado la gravedad.”
Jadier Sotolongo crece rodeado de amor. La rapidez en el diagnóstico gracias a la profesionalidad de los médicos del Hospital Pediátrico Provincial José Martí evitó complicaciones más graves de la enfermedad, entre las cardiopatías congénitas más frecuentes detectadas durante la edad pediátrica.
Ahora se recupera favorablemente, no deja de asistir a los turnos de seguimiento en el hospital pediátrico espirituano y para ello cuenta con un servicio de ambulancia que no ha fallado ni en los momentos más tensos con el combustible o a causa de la COVID-19. Bajo el protocolo sanitario más estricto, Jadier no pierde una consulta. También cuenta con los medicamentos.
“El niño en estos momentos toma captopril y la espironolactona — cuenta Adiany—; hace muy poco le retiraron la digoxina y la furosemida; siempre ha tenido los medicamentos a su disposición, igual que la dieta. Estamos muy agradecidos, nosotros somos una familia humilde, en otro país el niño se nos hubiera muerto”.
Su padre, Javier Sotolongo Ponce, responsable del registro y control de los oficiales de la reserva en el Comité Militar de Trinidad, no olvida fechas ni nombres, a todos les debe la vida de su hijo, desde que la doctora Carmen en una consulta de rutina lo diagnosticó como un niño bajo peso. Bastó solo eso para acceder a los más especializados servicios de cardiología en Cuba.
La gratitud desborda sus palabras cuando reconoce la contribución de unos y otros, primero del sistema de salud en el municipio, que se encargó de establecer los nexos con la consulta de cardiología en el Hospital Pediátrico de Sancti Spíritus; el servicio de ambulancia siempre gratuito, la atención en el Cardiocentro habanero… “Desde el centro del Escambray llegar a la más alta institución en el país para atender a niños con cardiopatías; eso solo pasa en Cuba. Estoy muy agradecido y comprometido”.
Adiany Ibargollín abraza a su hijo y sonríe; el brillo que asoma en los ojos de la madre y Jadier no tiene precio: “nunca nos preguntaron si teníamos el dinero para asumir los gastos de la operación y la estancia en el hospital durante 15 días, todo fue muy fácil. Doy gracias por vivir en este país y me siento muy orgullosa de ser cubana”.
SEGUNDAS PARTES TAMBIÉN SON BUENAS
Lean Manuel Solorzano Romero es el protagonista de la segunda parte de esta historia también con un desenlace feliz. Hasta un edificio del poblado La Papelera llegó Escambray para revelar los detalles que la joven madre Eliane Romero Barceló cuenta mientras lo amamanta con ternura infinita y tal vez algo de zozobra; todavía duele aquel diagnóstico que llegó casi por azar, pero salvó la vida de su hijo.
“Estábamos aquí en la casa —recuerda— y llegó la enfermera a pesquisar, el niño tosía un poco, enseguida se activó el sistema de salud y nos trasladaron a Sancti Spíritus; su papá debió quedarse en un centro de aislamiento. Cuando llegamos al hospital pediátrico lo recibió un médico, lo examinó e indicó otras pruebas”.
En medio de la tensión, la pericia y la preocupación de los médicos del Hospital Pediátrico Provincial José Martí otra vez resultaron esenciales para diagnosticar una cardiopatía congénita, confirmada después del ecocardiograma y otros exámenes. En apenas horas realizaron la coordinación con el Cardiocentro William Soler. El pequeño, de seis meses de edad, estaba en buenas manos.
De eso tiene la certeza absoluta el padre, Léster Solorzano Muñiz: “Después del resultado negativo de mi PCR, la ambulancia nos traslada para el hospital el tres de febrero, el médico está esperando, se entrevistó con nosotros y nos dice que debe operar lo más pronto posible, la vida de Lean corre peligro, tuvimos que firmar un documento con nuestro consentimiento”.
Eliane observa ahora a su hijo —aún con la herida reciente en su pecho— y la emoción desborda sus ojos; solo ella sabe a cuánto dolor necesitó sobreponerse para escuchar las palabras del médico, dulces, pero sin ocultar la gravedad del niño; decidió entonces confiar en la generosidad de aquel hombre que prometió cuidar a su bebé.
Solo después conoció su nombre; era también el doctor Eugenio Selman-Housein Sosa, quien encabezó el equipo de profesionales a cargo de la intervención quirúrgica, que comenzó a las ocho de la noche y se extendió hasta las doce de la madrugada. Pero Eliane y Léster no estuvieron solos; allí encontraron el apoyo de los trabajadores del Cardiocentro y desde el teléfono, el aliento de la familia, los amigos y compañeros de trabajo.
Tras cuatro horas de angustias logró rectificarse el defecto cardiaco congénito de Lean Manuel, conocido como transposición de los grandes vasos. En esta malformación se produce una disposición anormal de los principales vasos sanguíneos que salen del corazón, alterándose, por tanto, la circulación normal de la sangre, patología con un pronóstico desfavorable si no se realiza oportunamente la cirugía.
Eliane Romero, ama de casa, y Léster Solorzano, suboficial y técnico en comunicaciones del sector militar en Trinidad, agradecen el desvelo y el apoyo de todos.
“Son muchas las personas a las que les debo la vida de mi hijo y por eso estoy eternamente agradecida y también al sistema de salud, al gobierno de este país, dice ella casi en la despedida. Él confiesa que no encuentra las palabras exactas para expresar la gratitud que siente: “la verdad que como la salud de Cuba no hay otra, ver a mi hijo recuperado con la esperanza de una vida normal es lo más grande y lindo que nos ha regalado la Revolución”.