Ubicado en el municipio pinareño de Los Palacios, el balneario San Diego de los Baños, célebre por las cualidades medicinales de los manantiales que allí brotan, fue desde tiempos pasados un popular destino de vacaciones para los residentes nacionales.
Todo comenzó en la primera mitad del XVIII. Cuentan que en uno de los cafetales de la zona, un esclavo empezó a presentar lesiones en la piel, y ante el temor de que pudiera contagiar al resto de la dotación, el dueño mandó a expulsarlo.
Al parecer, el enfermo encontró los manantiales de agua caliente en las orillas del río San Diego, y decidió refugiarse allí en espera de la muerte. Sin embargo, al cabo de un tiempo, el hombre regresó junto a los suyos completamente curado.
El hecho despertó la curiosidad de cómo había podido mejorar, y dio origen a la leyenda de que las aguas del San Diego hacían milagros.
Según el doctor Dagoberto Blanco, actual director del balneario, ya a mediados del siglo XIX, miles de enfermos llegaban anualmente hasta acá desde regiones distantes, para sumergirse en sus manantiales con propiedades minero-medicinales, y hacia 1898 se establecieron los primeros médicos en el lugar, con la intención de realizar investigaciones y tratardirectamente a sus pacientes.
En 1945, el sitio fue reconocido por el Instituto Nacional de Hidrología y Climatología Médicas, por la calidad de sus aguas, luego de que los estudios físico-químicos y microbiológicos, confirmaran sus cualidades analgésicas, relajantes, antiinflamatorias y cicatrizantes.
“Esto las hace apropiadas para el tratamiento de las artropatías, las artrosis, las enfermedades reumatológicas y una gran parte de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso central.
“Además, los pacientes con secuelas de traumatismos neuro-cerebrales u ortopédicos, y patologías dermatológicas como la soriasis, mejoran significativamente con estas aguas que nunca se agotan, y oscilan entre los 36 y los 38 grados de temperatura”, asegura el especialista.
Una cura para el balneario
Tales propiedades le valieron a los manantiales de San Diego renombre internacional, y motivaron la construcción, entre 1948 y 1952, de un moderno balneario con ocho piscinas y 24 baños privados, al que acudieron a tratarse en su momento, personas de muchas partes del mundo.
“En nuestros archivos se conservan las historias clínicas de pacientes de varios países de América y de Europa, incluyendo Estados Unidos, Canadá, México, Chile, España, Italia, Bélgica, Portugal…”, afirma el doctor Dagoberto.
Con el triunfo de la Revolución, parte de las instalaciones del centro funcionaron durante un tiempo como hospital de recuperación nutricional y como policlínico, y también se fueron incrementando los servicios terapéuticos, complementarios al tratamiento con sus aguas curativas.
“Entre ellos el uso de la medicina natural y tradicional, con un dispensario donde se preparan un grupo de pomadas y compuestos para las enfermedades de la piel”, apunta el directivo y añade que todo ello propició que esta se convirtiera en una institución balnearia, con servicio de rehabilitación integral.
Desafortunadamente, el deterioro que provocan la humedad y el calor que se desprende de sus aguas, combinado con la falta de mantenimiento, provocó que con los años, el área termal solo pudiera utilizarse de forma parcial, hasta que la violenta crecida del río, tras el paso de los huracanes Gustav e Ike en el verano del 2008, acentuara los daños y obligara al cierre del principal servicio de la instalación.
El camino de la recuperación
Así permaneció durante más de un lustro, hasta que la aprobación de un proyecto de iniciativa de desarrollo local (IMDL), permitiera iniciar en el 2014 el rescate del balneario.
Los alrededores de San Diego de los Baños tampoco están exentos de interés y hay al menos dos lugares, el Parque La Güira y la Cueva de los Portales, que merecen una visita.
Muchos dicen que las propiedades curativas que ofrece ese preciado líquido termal para la piel, el sistema nervioso central y la estructura ósea, junto a la práctica del turismo de naturaleza e histórico que se promueve en los alrededores, ponen en acción la máxima de “mente sana en cuerpo sano”.
Texto: Ronal Suárez Rivas