Quien le vea desde la sobriedad de un traje y las muchas responsabilidades que implica ser el máximo representante de un país en otra geografía, quizás no alcance a adivinarle en su dimensión más humana. Se perdería entonces la oportunidad de conocer al hombre detrás del embajador, al músico que lo habita, al amante de la cultura de la Isla, muchísimo antes de presentar cartas credenciales en La Habana.