Si algún aplauso pudiera pedir en este comentario es para la vergüenza y entrega de nuestros peloteros. Defender hoy esas cuatro letras en un uniforme es un honor que muchos quisieran asumir y pocos logran. No hubo apatías ni rendiciones adelantadas. Nuestra calidad es esa. No somos ya los invencibles en el béisbol que fuimos hasta la década de 1990. Causas hay miles; soluciones, otras tantas.