Tras siglos de drenaje de agua de los acuíferos subterráneos, el lecho lacustre sobre el que se asienta esta ciudad se ha ido secando cada vez más, provocando que las láminas de arcilla se compriman y agrieten a un ritmo prácticamente imparable, explica el estudio publicado en el Journal of Geophysical Research: Solid Earth (JGR Solid Earth).