A raíz de la epidemia de Covid-19, las autoridades sanitarias y los medios de comunicación en Cuba han difundido la expresión «evento de transmisión local», en alternancia con sus formas truncas: «evento de transmisión» y «evento».
El término evento remite en la bibliografía especializada de las ciencias médicas a cualquier hecho, entidad, factor, etc., que modifique, arriesgue o quebrante la condición de salud de una persona o comunidad: un contagio de sífilis, una intoxicación alimentaria, la reacción adversa a un medicamento…
Sin embargo, el significado que la práctica comunicativa ha impuesto a esta voz en la secuencia evento de transmisión local durante la epidemia de Covid-19 se asocia a una cantidad mínima de hechos: once o más casos positivos interrelacionados.
Así, evento de transmisión local deviene un peculiar sinónimo de brote, vocablo más tradicional con que se nombra «la ocurrencia de dos o más casos de una enfermedad generalmente transmisible, asociados epidemiológicamente entre sí, en un período de tiempo determinado y en un territorio bien definido» (Introducción a la salud pública, Editorial Ciencias Médicas, 2008).
Pero funcionarios y comunicadores apenas usan brote, acaso porque esta palabra, equiparable a epidemia, se prefiera para denotar la irrupción de la Covid-19 en el país, de la misma manera que se ha preferido rebrote para aludir a cada nueva ola de la enfermedad.
En contraposición a evento han circulado las etiquetas foco de transmisión y foco de infección y la forma reducida foco. Así se ha dado en llamar la existencia de dos y hasta diez casos positivos de Covid-19 con nexo epidemiológico, es decir, un brote pequeño.
Es notoria la divergencia entre este concepto y el que maneja cualquier glosario, manual o texto de epidemiología, incluso los producidos y publicados en Cuba, como Fundamentos de salud pública, de Gabriel Toledo Curbelo et al. (Editorial Ciencias Médicas, 2005), que define foco de infección como «el sitio o lugar donde se localizan los reservorios, así como las fuentes de infección de una enfermedad transmisible cualquiera y el territorio geográfico circundante».
Todo indica que, para la comunicación oficial del curso de la epidemia en el país y su enfrentamiento, las autoridades cubanas se apropiaron de los términos evento y foco, asentados en el vocabulario de la ciencia epidemiológica, y les adjudicaron, arbitrariamente, significados nuevos.
Estos significados se fueron construyendo sobre la marcha, mientras avanzaba la epidemia. Acorde con los testimonios que provee la prensa, no siempre evento se opuso a foco y, al menos hasta julio de 2020, no hay evidencias del distingo entre ambos a partir del criterio cuantitativo en torno al número diez, que fue el que se difundió a partir de esa fecha y, en definitiva, prevaleció.
La oposición entre evento y foco se articula como una gradación de límites imprecisos —semejante a caliente y frío—, aunque se haya establecido un indicador objetivo para precisarlos; lo prueba el que hubiese brotes que, aun sobrepasando la decena de casos, se consideraran focos; y algunos que se declararon eventos sin llegar a los diez.
Asimismo, muchas veces en la distinción foco/evento, el término foco se solapa con control de foco, nombre de las actividades que los sanitarios e higienistas realizan para investigar, contener o eliminar la transmisión originada en un foco de infección: «Para que los dos casos mencionados no pasen de la categoría de control de foco a evento de transmisión, ha resultado decisivo el establecimiento de la restricción de movimiento», «el propósito de evitar que la enfermedad se extienda más allá de los dos eventos y seis controles de foco que están activos».
De otra parte, evento de transmisión local se combina con aparecer, ocurrir, producirse, generarse, darse, etc., verbos que denotan acciones independientes de la voluntad («se aprecia una evolución satisfactoria con el evento que se generó en…»).
Pero, al contrario de lo que cabría esperar de un término en sinonimia con brote, también lo hace con verbos que expresan acciones emanadas de la voluntad de un agente, entre los que destacan abrir y cerrar, y los sustantivos apertura y cierre, que mantienen la estructura argumental de estos: «la decisión de abrir el nuevo evento permitirá…»; «se preparan los expedientes para proponer […] el cierre de dos eventos».
En oraciones como estas, evento de transmisión local no se refiere al brote en sí, sino a la tarea que representa para las autoridades a cargo. Abrir el evento ―o su apertura― significa declarar de manera oficial la presencia de una situación epidemiológica compleja e iniciar las acciones de control que se estiman necesarias.
Cerrar el evento ―o su cierre― implica decretar el fin del brote y dar por concluidos los trabajos en la zona afectada. Semejante sucede con foco: «en un panorama que obligó a abrir 218 focos […]».
También se verifican enunciados ambivalentes: «Mantienen abierto un evento de transmisión local que debe cerrar en los próximos días». Nótese que la apertura es referida como producto de un acto volitivo, y evento, por tanto, indica una tarea; el cierre, en cambio, se presenta como efecto de algo involuntario, y evento alude al brote. En oraciones con las variantes abrirse y cerrarse no queda claro si evento significa el brote, la tarea o las dos cosas a la vez: «Este miércoles se cerró el evento de transmisión en […]».
Las voces foco y evento y sus variantes pluriverbales han sido básicas en la comunicación de las autoridades gubernamentales y los medios de prensa cubanos sobre la epidemia de Covid-19 en el país. Su empleo, con significados distintos al que tienen en el lenguaje de la ciencia epidemiológica, ha respondido, en lo fundamental, a necesidades operativas, para pautar las acciones de control que deben acometerse. A pesar de que esta resemantización de voces técnicas genera ambigüedad desde una perspectiva estrictamente científica, parece cumplir, en sentido general, el cometido práctico que persigue.