Confieso que en las muy pocas ocasiones en que utilicé ese vocablo “traidor” para referirme a Mario Vargas Llosa siempre me invadió una ligera, aunque molesta, sensación de incomodidad.Estaba en presencia de un personaje veleidoso y narcisista como pocos. Había militado en el comunismo peruano en su adolescencia, luego saltó a la democracia cristiana y tras el triunfo de Movimiento 26 de Julio adhirió a la Revolución Cubana.