Desde hace casi una semana, el ciudadano cubano Luis Manuel Otero Alcántara, miembro del Movimiento San Isidro, se ha declarado en huelga de hambre y sed. Como condición para desistir de su protesta, ha formulado al gobierno un grupo de exigencias y utiliza su propia vida como mecanismo de presión.
En estos días varios han sido los reportes sobre su salud. Por ejemplo, en la tarde de ayer, a solicitud del cardenal Juan de la Caridad García, arzobispo de La Habana, el canciller de la arquidiócesis, Mons. Ramón Suárez Polcari, lo visitó para pedirle que desistiera de la huelga, pero no tuvo éxito. Se confirmó que la salud de Alcántara ha sufrido un notable deterioro, que pone en peligro su vida.
El equipo de La Joven Cuba considera imprescindible que se den los pasos necesarios para que esta situación no tenga un desenlace fatal. Debe ser prioridad del gobierno de la República preservar la vida de todos sus ciudadanos, independientemente de cómo piensen o se manifiesten. Evitar un suicidio es en este caso lo más importante.
Igualmente en el día de ayer fueron reprimidos en el habanero boulevard de Obispo un grupo de manifestantes, jóvenes en su mayoría. De los muchos videos que han circulado en las redes, se destaca el que muestra la brutal detención de un muchacho que portaba un cartel con la frase: «Socialismo sí, represión no».
El joven de 22 años, excelente estudiante de la Universidad de La Habana, fue arrastrado hasta la patrulla por policías y agentes de la Seguridad del Estado después de gritar esa consigna. De él seguramente no podrán decir que lo paga la CIA, o que es un marginal, o que tiene cuarto grado. De hecho, ni siquiera podrán decir que es de derechas.
La represión desatada por parte del Estado/Gobierno contra toda forma de disenso político –de izquierda, de derechas o sin signo alguno– es absolutamente incompatible con cualquier pretensión humanista. Asimismo, no encuentra justificación en las arcas de la CIA o de la NED.
No hay mejor camino para acabar con el socialismo en Cuba que el de la represión, la brutalidad y el atrincheramiento. No tienen justificación legal ni moral estos actos que atentan contra la vida y la dignidad de los ciudadanos.
Una República donde la ley se vulnere constantemente está condenada al caos. Es de ilusos no darse cuenta de que con tal grado de violencia y polarización se puede llegar a un punto sin retorno.