Se fue de súbito y sé que su alma estará vagando por todos los terrenos de Cuba hasta que no se cumpla su sueño de regresar este deporte al Olimpo y de recuperar el respeto que un día se ganaron sobre la grama nuestros antepasados. Ernesto nos dio una lección de organización y entrega, y nos mostró el camino donde los problemas los resolvemos nosotros mismos sin llantos ni justificaciones. Nos veremos seguro algún día en un estadio donde no existan pandemias ni momentos tan tristes como este. Adiós, hermano.