A sus casi 85 años, con lucidez y ágil sentido del humor, Sagarra sigue asestando golpes sobre el ring. Solo hay que hablarle un poco despacio para que libere entre 12 cuerdas una ráfaga de ideas del potente arsenal boxístico que no olvida. No se limita a responder preguntas, sugiere, interrumpe; ataca sin descanso y nunca baja la guardia.