Sobre las redes e Internet se ha instaurado un absolutismo infinitamente más irresponsable y perpetuo que el de las antiguas monarquías de derecho divino. Ha llegado el momento de que un nuevo Rousseau proclame la subversiva doctrina de que la Soberanía de las Redes reside siempre en el usuario; de que este no puede cederla, transferirla ni convertirse voluntariamente en esclavo de sus operadores. Desinformados del mundo, uníos: no tenéis nada que perder, salvo vuestra incomunicación.