Pero yo, que un día odié, yo sé que desde el odio también se puede regresar. Porque en algún lugar oculto, a todos nos habita la ternura. Y a mí, en cada milla de este largo peregrinar, me retumban y me sostienen las palabras dichas por mi padre hace más de cincuenta años. Oigo la voz de pipo, multiplicada hoy en miles, en millones de voces, que me dicen: “Yo estoy aquí contigo y te sostengo. Tú ¡dale a los pedales!”.