A Daniela Fonseca le apasiona el tenis de mesa. Tenía casi seis años cuando un entrenador preguntó a quién le gustaría practicarlo y su brazo fue el primero en levantarse. No llegaba a siete cuando su madre decidió sacarla de los entrenamientos porque le prestaba menos atención a los estudios. Desde entonces su historia tiene un nombre: perseverancia.