Liborio Marrero Labrador, recostado en el taburete y sin dejar de observar las volutas de humo azul que desprendía el habano, musitó ensimismado: “¡Ah, el comunismo, el comunismo… me metían miedo con eso cuando ‘vejigo’!”. Yo descalzo, limpiando caña, con la barriga transida y unos de traje y corbata venían a decirme: “Cuidado, que los comunistas te pueden joder la vida”.