Cuando Yunia pensó producir jugos con las frutas sobrantes del kiosco que gestionaba junto a su hermano, nadie -ni ella misma- pudo imaginar lo lejos que llegaría el arriesgado proyecto. Siete años después, lo que comenzó con una máquina criolla, unos pocos proveedores y un local cercano a la línea del tren, se convirtió en un emprendimiento referente dentro de Guanabacoa.