Y es que aquella mujer que tenía la certeza de que ella no era como la engañadora a la que se aludía en la pegajosa melodía del mismo título, se empeñó en demostrarlo en el atardecer del 7 de noviembre de 1953, cuando tomó la iniciativa de recorrer desnuda, o casi, una de las zonas más populosas de La Habana.