Guillermo Tell sí comprendió a sus hijos. Los enseñó y educó para que heredaran su destreza y su causa. Después les cedió la ballesta, y se puso, confiado, la manzana en la cabeza. Pero… la inmensa mayoría de aquellos hijos jamás apuntó hacia ellas, no por temor a fallar el tiro, sino por elemental respeto a su viejo. Otros, los que no aprendieron las lecciones de hidalguía y humildad, lanzaron hasta hoy sus flechazos al aire.
Trabajo voluntario ¿qué debate nos debemos?
En enero de 2019 un devastador tornado azoló algunas zonas de La Habana. Horas después, muchas personas removimos escombros con nuestras propias manos, otras organizaron