El destino de Tania Ortiz cambió completamente una tarde del año 1975, cuando un cazatalentos cubano llegó a su Vertientes natal, en Camagüey, y casi por casualidad supo de una niña que tenía aptitudes para ser voleibolista. Hoy, 46 años después, recuerda los momentos más relevantes de una carrera que la llevó a convertirse en campeona olímpica y mundial y que no estuvo exenta de sacrificios, decepciones y alegrías.