Liliana tiene 49 años, un hijo de 21 y una hija de 19. Cuando compartíamos aula en la secundaria, era la reina indiscutible de las fórmulas químicas. Fiel a sus pasiones, hoy trabaja en uno de esos centros de ciencia que se han robado titulares en Cuba. Pero, aunque no ha dejado de trabajar en su laboratorio, la obsesión de Liliana ahora mismo tiene más que ver con ollas y trapeadores, que con probetas y microscopios.