Aquel 12 de septiembre de 1998, acorralado por ametralladoras en su sencilla casa, a Gerardo Hernández Nordelo le revisaron hasta la boca con una linterna. Más de dos décadas han transcurrido, tiempo en el cual su identidad falsa quedó atrás, y ya en la Patria es de nuevo el hombre que conversa con sus vecinos y que ha encontrado entre los jóvenes motivos para sonreír.