La historia de Javier podría ser la de tantos cubanos recuperados de la COVID-19, pero tiene un sabor a despedida que la hace más difícil de contar. Él tiene 26 años, la mirada húmeda, y sabe muy bien cómo el Sars-Cov-2 llega a una familia para cambiarle el rostro. Cuatro miembros de la suya —él incluido— se contagiaron con el virus; solo tres lograron sobrevivir.