Porque, a mi modesto entender, no puede haber un debate real, sincero y genuino (y menos un “llamado al diálogo y a la reconciliación”) si hay dinero de instituciones contrainsurgentes de los Estados Unidos de por medio. No es un dato menor o una nota color de una revista de entretenimiento. Constituye un “dato duro” que debe ponerse en la agenda de discusión sin naturalizarlo como si fuera una anécdota folclórica.