El paisaje campestre cubano es sinónimo de gente auténtica, comida criolla, frutas frescas, aire puro y un espíritu renovador. Hoy, el avezado lente de Ismael Francisco retrata esas escenas, que desde el calor de nuestra tierra y la calidez del sol, sirven como pretextos para reunir amigos, disfrutar de un paseo a caballo, de una charla, en fin, del disfrute de la naturaleza, en familia.