CARACAS, Venezuela.—Esa tarde ella había salido en busca de una entrevista hacia un local próximo al Hospital Militar de Caracas; iba sola con el conductor del vehículo; ya los demás integrantes del equipo la esperaban en el lugar acordado.
«En el trayecto recibo una llamada del entonces ministro de Comunicación, Ernesto Villegas; me solicitaba que el equipo que estaba esperándome les prestara el servicio, solicitud a la que, por supuesto, accedí.
«Pero eso me pareció algo raro; sentí como un pálpito, un temor, y le pedí al chofer que sintonizara la radio; al minuto anunciaron una comparecencia de Nicolás Maduro, y mi temor aumentó; en efecto, el hoy presidente de Venezuela anunció la noticia; había fallecido el comandante Hugo Chávez.
«Entonces decidí ir directo para el Hospital Militar. La noticia se esparció de inmediato; en las aceras, la gente, arrodillada, lloraba con la vista hacia el cielo. Las calles pronto se congestionaron; el desplazamiento del vehículo llegó a hacerse imposible. Decidí que tenía que llegar, no sé cómo, pero llegar cuanto antes, y en esa búsqueda opté por una moto de alguien que no conozco.
«Ya estando más cerca, continué a pie, de prisa, con todo y los tacones altos de mis zapatos; al llegar al punto de control me identifiqué: soy Patricia Villegas, periodista de Telesur, debo entrar de urgencia. Me permitieron pasar; ofrecí las primeras referencias, desde el periodismo, sobre la muerte de Chávez, entrevisté a compañeros de él, a algunos familiares; pude establecer varios enlaces en vivo con nuestro canal.
«En esas circunstancias los teléfonos casi colapsaron, todos los venezolanos intentaban llamarse entre sí. Opté por comunicarme con los trabajadores de Telesur a través de la única vía de la que dispuse; la cámara. Cuando no estaba en vivo les hablé; ellos me veían, yo a ellos no; el llanto no nos puede paralizar, les dije; lloremos pero no dejemos de cumplir con nuestro deber: informar.
«Prevaleció el instinto de cumplir. Pasadas las 11 de la noche, de regreso al canal, fue cuando comencé a pensar en la dimensión de lo que nos estaba ocurriendo; fue muy doloroso. Han pasado nueve años y aún lloramos a Chávez; hay como una angustia, desde la siembra del comandante, como les decimos aquí; esa manera hermosa de nombrar el suceso, da la idea de que su ejemplo renace, de que florece».