Rosario Cárdenas. Foto: Cortesía de la entrevistada.
Rosario Cárdenas ve el cuerpo como un multilátero. Baila. Mueve sus manos al compás del sonido. Cierra los ojos y vibra con la música. Trabaja la fragmentación corporal mediante oposiciones de todas las partes de la silueta humana. Intenta todo el tiempo romper la frontalidad física. Es como una hoja en el viento que solo se deja llevar.
“En mis coreografías proyecto al bailarín como una escultura. Busco la manera de que el espectador tenga la posibilidad de ver muchas partes y lados en un mismo espectáculo”.
La bailarina cubana desconoce cuál es la clave del éxito. Si existe una fórmula tiene que relacionarse con el trabajo constante, la perseverancia, el riesgo e intentar sobre todas las cosas ser consecuente consigo mismo.
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-¿Cómo reacciona cuando tiene todas las miradas puestas en usted?
“Es difícil porque soy bastante tímida. Lo mejor es no pensar en eso”
-¿Y cuando nadie la mira?
“Siempre he sido muy inquieta. A la vez, reflexiva”.
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Rosario Cárdenas. Foto: Cortesía de la entrevistada.
–¿Por qué eligió la danza?
“Nadie en mi familia ejercía una profesión relacionada con el arte. Mi padre era periodista y mi madre una extraordinaria maestra. Elegí el arte porque me gustaba, la danza especialmente. La música también. Mi madre detectó desde que era pequeña que tenía potencialidades y a ella le debo que hoy sea bailarina.
En ese tiempo vivíamos en Matanzas y daba clases de ballet clásico con una profesora en el Teatro Sauto. Todo el tiempo hacía ejercicios y prácticas, hasta que abren la Escuela Nacional de Danza y mi madre a hacer las pruebas para ingresar. Me aprobaron y entré en la especialidad de Danza Moderna y Folclórica.
-¿Por qué esta especialidad dentro de las artes danzarias?
“En ese entonces no existían escuelas ni compañías que después fueron surgiendo. Solo existía la Escuela Nacional de Danza y las pruebas las hacían en ballet clásico y danza. Siempre he pensado que la danza tenía un camino de mayor libertad”.
-¿Qué le aportó a su carrera el tránsito por la Escuela Nacional de Danza?
“Principalmente, el vínculo con las otras manifestaciones del arte. Todos estudiábamos juntos: bailarines, músicos, pintores, actores, y establecimos vínculos que hoy día se mantienen. Teníamos una relación constante y eso permitía estar cerca del conocimiento de esas otras vertientes artísticas”.
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-¿Cuál es la decisión o proyecto que ha tomado del que se sienta más orgullosa?
“Cada obra que he hecho. Me gusta ese momento cuando tomo la decisión de hacer una obra. Es duro. Son procesos desgarradores, pero como nacen de uno mismo, son una fuerza propia que te sostienen”.
-¿Cuál es el fallo más grande que ha cometido?
“No sé. Creo que la vida es como es”.
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Rosario Cárdenas. Foto: Cortesía de la entrevistada.
Cuando Rosario Cárdenas egresa de la Escuela Nacional de Danza solo existían tres compañías en el país: el Ballet Nacional de Cuba, el Folclórico Nacional y el Conjunto Nacional de Danza Moderna, que es hoy Danza Contemporánea de Cuba. La ubicaron en esta última unidad artística y a partir de ese momento dedicó todo su tiempo a bailar. A veces, tenían que impartir algunas clases en la escuela.
“Era emocionante salir de una escuela y enfrentarse por primera vez a un público. En esa compañía estaban los bailarines que había formado Ramiro Guerra y cuando llegamos nosotros, formados en una academia, fue algo así como un encuentro generacional. Ese cambio de estudiante a la vida profesional es difícil, pero estaba inmersa en esa ilusión de querer bailar todo el tiempo. Nos pasábamos el día entrenando y practicando”.
Si preguntas por la cubanía en su forma de bailar, la artista refiere que hay cosas que salen inherentes. “Cuando tienes claro que eres cubano, ese sentir te aflora siempre que vas creando”.
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-¿Cómo se define usted?
“Creo que es mejor no definirse porque hacerlo te limita. Es como estar en cuadrado. No me gusta. Adoro la libertad”.
-¿Cómo quisiera que la recuerden cuando ya no esté?
“Con la voluntad”.
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Rosario Cárdenas durante los ensayos de su compañía. Foto: Cortesía de la entrevistada.
-¿Por qué decide crear su propia compañía?
“Estuve 19 años en Danza Contemporánea de Cuba. En ese tiempo comencé a sentir la necesidad de preparar a los bailarines con un entrenamiento particularizado. Quería tener tiempo para mis propios montajes, porque en una compañía nacional participábamos varios en el montaje de determinada obra, y siempre se reducía el periodo de investigación. Necesitaba explorar no solo el movimiento, sino también la formación corporal en general y la investigación de la obra coreográfica en sí.
“Creo la compañía en 1989 como Danza Combinatoria y después en 2003, decido ponerle mi nombre para que quedara más claro la identidad de mi trabajo. Se mantenía esa decisión que la danza combinatoria era el método de trabajo y de creación desarrollado por mí y que he puesto en práctica hasta la actualidad”.
-¿Cuáles son las características de la Compañía Rosario Cárdenas?
“Todas las obras que presentamos tienen por lo general un vuelo poético. Tratan de trasladarle al espectador inquietudes y preguntas. El objetivo es que se queden siempre con algo espiritual, más allá del solo hecho de disfrutar. Que el espectáculo tenga algún aprendizaje, incluso cuando existe la posibilidad de que el público rechace la obra, porque dentro de ese mismo rechazo hay algo que mueve a ese espectador para tomar su decisión. La finalidad es que haya un conocimiento detrás de cada una de las cosas”.
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-¿Cuál es su mayor defecto?
“La honestidad”.
-¿Y virtud?
“La honestidad”.
-¿Qué prefiere hacer en su tiempo libre?
“A veces improviso. Escucho música. Me gusta leer y dibujar. Ver el paisaje. Pasar tiempo con mis amistades. Eso me encanta”.
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Rosario Cárdenas durante los ensayos de su compañía. Foto: Cortesía de la entrevistada.
En el año 1992 Rosario Cárdenas se gradúa con Título de Oro como Licenciada en Arte Danzario en el Instituto Superior de Arte de La Habana. En el 2013 recibió el Premio Nacional de Danza.
La bailarina no cree que en su carrera haya existido un momento que haya significado un antes y un después. “Todo es una continuidad. Nada de lo que uno hace en el presente viene por sí solo; todo se va tejiendo en el tiempo. Nunca se termina, ni en el aprendizaje, ni en la entrega”.
Sobre la docencia, refiere que después de 10 años bailando comenzó a hacer sus primeras coreografías, pero cuando crea su propia compañía es que se mete de lleno en el magisterio. “Yo misma preparaba a los bailarines. Me entrenaba al tiempo que bailaba. A partir de ahí es que comienza como tal mi carrera pedagógica”.
“Uno trabaja con tanta dedicación, más aun siendo joven, que el esfuerzo no lo nota mucho”, responde cuando indagas por su entrega al arte.
“Después, uno se hace cada vez mayor y, como se tiene la vitalidad y el espíritu de entrega, termina el día sin darte cuenta de cuánto has trabajado”.
Rosario Cárdenas dice estar satisfecha si hace una panorámica de su vida. “Soy consciente de toda la labor que he realizado. Me he trazado un camino y he intentado ser consecuente conmigo misma, gústele o no a las personas. No sé en qué momento la gente me empezó a respetar más o a valorar mucho más mi trabajo. Son poquitos que se van sumando”.
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-¿Cuál es su mayor sueño?
“Que las compañías cubanas hubiesen tenido una mayor continuidad en su proyección a nivel internacional. Incluyo la que dirijo”.
-¿A qué le tiene miedo?
“A los ratones”.
-Si llegara una persona nueva a su vida, ¿qué puede hacer para llegar a conocerla mejor?
“Conversar bastante”.
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Rosario Cárdenas en el Templo de Afrodita en Chipre. Foto: Cortesía de la entrevistada.
-¿Qué ha significado el trabajo comunitario?
“Cuando empezamos en la Compañía Nacional se hacía una labor de sensibilización con los públicos muy bella. Aunque no se le llamaban así, eran grandes actividades comunitarias y gracias a ellas fueron creciendo los públicos en la danza. Se ponían tarimas al aire libre en muchos lugares y bailábamos ahí. Íbamos a las unidades militares y actuábamos. Poco a poco empezaron a tomarnos en serio. En ese momento no sabíamos que estábamos construyendo un público.
“Eran épocas donde no existían prácticamente compañías de baile. Momentos en los que teníamos solo cinco espectadores en una función. Después ya los teatros se abarrotaban gracias a esa misma formación. En ese tiempo se le compartía al público la cultura; se entendía que había que darle un nivel estético elevado, no solo lo que el público quería, a diferencia de la actualidad que ve ese ajuste entre que es lo que yo quiero enseñar y que es lo que el público quiere recibir. Eso hay que ponerlo en una balanza”.
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-¿Qué le gustará hacer que no esté haciendo ahora mismo?
“Ya no tengo la misma confianza en mí misma para bailar con mayor dimensión. A esta edad uno no responde igual. Hay momentos en que pienso en cuánto me gustaría interpretar determinado papel, pero no uno es consciente que no tienes la vitalidad que lleva. Siempre hay que saber retirarse a tiempo”.
-Si todo desapareciera y pudiera rescatar una sola cosa, ¿qué sería?
“El amor”.
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Rosario Cárdenas. Foto: Cortesía de la entrevistada.
No hay una obra en específico que Rosario Cárdenas señale como “la que más trabajo le costó” por ese amor con el que siempre ha bailado.
“Trabajé con muchos coreógrafos en la Compañía Nacional, y después en la agrupación que dirijo he hecho muchas coreografías para mí, donde desarrollé el lenguaje personal donde me sentía más cómoda. Bailé ‘Noctario’, ‘María Vivan’, y muchísimos otros. Interpretar cada uno de esos papeles me enriqueció artísticamente hablando”.
La bailarina tiene muchas definiciones sobre la danza. Si tiene que escoger una dice que es un espacio multisensorial que se dibuja, y a la vez, llega un momento en que se vuelve efímero.
Le encantan todas las manifestaciones del arte; si no fuera bailarina se dedicara a pintar, pero eligió el movimiento del cuerpo como su forma de vida. La danza no le ha quitado nada a Rosario Cárdenas. Le ha regalado placer, amor y la satisfacción de conocer al ser humano desde una dimensión más amplia. Desde esa que solo conoce cuando cierra los ojos y empieza a bailar.
