Imagen: AFP.
Milayla, bioquímica de 45 años, no ha vuelto al trabajo después de abril 2020. El confinamiento obligado producto de la COVID-19 aceleró la demencia senil de su madre y ahora no puede dejarla sola en casa. Tampoco lo ha hecho Keyla, de 26, dependienta de una pequeña cafetería antes de la pandemia. El negocio no ha logrado romper la inercia sembrada por el virus, ni capitalizar los recursos económicos necesarios para volver a andar. Damaris, en cambio, carpetera de 33 años, nunca perdió el empleo, pero la suspensión de vuelos y la baja del mercado turístico alrededor del mundo todavía mantiene muy “desangelado” el hotel donde trabaja, en una de las playas del centro norte de Cuba.
Son apenas tres, de muchísimas historias cubanas que “linkean” con la realidad regional. Nos confirman que hace ya rato no vivimos en una burbuja. Una mirada a vuelo de pájaro por los cinco riesgos –económicamente hablando- que avizora la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para este año que inicia, ayuda a establecer otros paralelos.
Según Alicia Bárcena, la mujer que ha conducido con acierto en los últimos lustros los quehaceres de esa entidad, la desaceleración del crecimiento económico, las presiones inflacionarias, las mayores tasas de interés, las depreciaciones del tipo de cambio y posibles deteriores en las calificaciones crediticias, clasifican como los bombillos rojos para un despegue económico post pandemia.
Para Bárcena, sin embargo, “la recuperación será feminista o no será”, aseveró durante el discurso inaugural de la Sexagésima Segunda Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la Mujer, realizada en forma virtual hasta este jueves 27 de enero. La autonomía de las mujeres, la igualdad de género y la construcción de una sociedad del cuidado son una condición, un camino y un catalizador para el desarrollo sostenible, insistió la secretaria ejecutiva de CEPAL.
¿Cuáles son algunos de los nudos críticos que amarran economía y desigualdad de género ahora mismo en América Latina y el Caribe? ¿Dónde concentrar los esfuerzos para lograr ese “despegue feminista”?
El tortuoso camino del empleo
Al cierre de 2020 se habían registrado 18 años de retroceso en la participación laboral de las mujeres en América Latina y El Caribe, según el más reciente Panorama Social de América Latina 2021 presentado de forma virtual esta semana.
No es un secreto para nadie que la pandemia ha profundizado las brechas de ingresos y perjudicado desproporcionadamente a las mujeres, quienes se encuentran en los sectores más afectados por la pérdida de sus trabajos.
En 2021 aún no se recuperaba el 30 % de los empleos totales perdidos en la región en 2020 por obra y gracias de la pandemia maldita. Pero al mirar por dentro la estadística, las mujeres se llevan la peor parte: más de un 38 % de los puestos laborales ocupados por ellas que se destruyeron durante la crisis no se recuperaron, mientras que en el caso de los empleos masculinos, eso solo ocurrió en un 21 %.
En pocas palabras, en los últimos dos años la desocupación y la caída en la participación laboral en la región afectó más a las mujeres y la recuperación económica –aún incipiente- ha sido insuficiente para generar los niveles pre-pandemia del empleo: una de cada dos latinoamericanas continuaba fuera del mercado laboral en 2021.
Para 2022, y bajo un escenario de recuperación a los niveles precrisis -tomando como referencia los datos de 2019-, CEPAL estima que las tasas de desocupación seguirán siendo desfavorables: la femenina la han pronosticado en 12,4 %, mientras que la masculina en 10,2. O sea, la recuperación también será desigual, pues los sectores laborales masculinizados se van a levantar con mayor velocidad.
Las cuitas del cuidado
Imagen: CEPAL.
“La pandemia ocasionó una salida contundente de las mujeres del mercado laboral o precariedad con pérdida de ingresos y aumento en la sobrecarga del trabajo de cuidados”, asevera el informe de CEPAL.
En 2021 se acentuó la desigualdad entre hombres y mujeres, reflejando la sobrecarga del cuidado sobre las mujeres y menor dinamismo de sectores que concentran empleo femenino. Solo un dato ayuda a ilustrar el escenario. Las mayores caídas de la ocupación femenina ocurrieron entre las mujeres de hogares con niñas y niños entre 0 y 4 años (-11,8%). La estadística crece unos cuantos puntos porcentuales cuando se suman aquellos núcleos familiares con personas mayores, sobre todo en países muy envejecidos como Argentina, Barbados o Cuba.
La crisis desatada por la COVID-19 ha exacerbado las desigualdades de género preexistentes, no solo debido al aumento de la precariedad, sino también por la necesidad de servicios de cuidado que trajo aparejada. “El cierre de las escuelas y el paso a la educación a distancia también tuvieron un impacto disruptivo en la sociedad”, afirma el organismo regional. En concreto, la pandemia duplicó las dobles y triples jornadas sobre los hombros de las mujeres.
Si antes de la pandemia las encuestas de uso del tiempo de la región mostraban datos sobre la mayor dedicación de las mujeres al acompañamiento de niñas y niños en tareas escolares; el cierre de centros educativos generó una sobrecarga de dichas tareas, que pasaron a realizarse en los hogares.
Otro botón de muestra enlaza directamente con la desigual distribución de los esfuerzos que debieron realizar las personas ocupadas en el sector de la educación, altamente feminizado en la región: obviamente, si ellas representan casi el 70 % de la fuerza laboral en ese espacio, fueron afectadas en mayor medida por el cierre de escuelas u otros ajustes como las clases a distancia. Entre 2019 y 2020, la masa salarial de las mujeres ocupadas en la educación se redujo un 3,3 %. “La adaptación a la teleeducación supuso, además, un trabajo extra que no se tradujo en aumentos salariales”, reconoce CEPAL.
A esto se suma que quienes trabajan en otros sectores clave como la salud, la seguridad o la asistencia social -mujeres en su gran mayoría-, debieron enfrentar horas de trabajo imprevisibles o excesivas, inseguridad laboral y una alta exposición al contagio por el SARS-CoV-2.
También se disparó entre 2019 y 2020 la proporción de mujeres sin ingresos propios en Latinoamérica y el Caribe, pero en muchos países ese incremento fue mitigado por las transferencias estatales de emergencia. Según el más reciente resumen social de CEPAL, “con excepción del Paraguay, las transferencias no contributivas del Estado representaron más del 7 % de los ingresos de las mujeres. De no haber transferencias del Estado, más de un tercio de las mujeres de la región no habría tenido ingresos propios”.
Mirar hacia adelante
La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto que sin cuidado de la salud y del bienestar físico y emocional no hay producción ni economía sostenible y que, sin la eliminación de los nudos estructurales de la desigualdad de género en la región, la recuperación “no será sostenible, ni será transformadora”.
Para CEPAL, urge transversalizar la perspectiva de igualdad de género en todas las políticas de mitigación y recuperación de la crisis, así como en las medidas de mediano y largo plazo para una recuperación transformadora. En este punto, la organización regional enfatiza en la idea de transitar hacia una sociedad del cuidado y un estilo de desarrollo cuyo principio rector sea la sostenibilidad de la vida.
¿Cómo llegar ahí? Una ecuación se dibuja en los más recientes estudios de CEPAL: la inversión en la economía del cuidado por una parte aumenta la eficiencia económica, la productividad, la generación de empleo (en particular para las mujeres) y, en consecuencia, los niveles de recaudación, y, por la otra, implica una mejora en las capacidades y el bienestar presente y futuro de la sociedad en su conjunto. Por ese motivo es necesario entender el cuidado, tanto de las personas como del planeta, como un bien público.
En otro camino, un desafío de política es la implementación de programas de crecimiento económico y de multiplicación de empleos que combinen políticas productivas, laborales y del cuidado, en especial para mujeres y jóvenes transversalizen una visión de universalización de la protección social.
“Necesitamos un viraje urgente en el estilo de desarrollo para avanzar hacia una sociedad del cuidado en la que se reconozca la interdependencia entre las personas y el medio ambiente; la interdependencia entre los procesos productivos y la sociedad; y que ponga la sostenibilidad de la vida humana y del planeta en el centro”, defiende Alicia Bárcena.
