A tres años del sabotaje oficial norteameri-cano al Plan Integral de Acción Conjunta, PIAC, sobre el uso pacífico de la energía nuclear por Irán, los morosos firmantes euro occidentales parecen inclinados a una activación del acuerdo sobre las bases propuestas por Teherán.
Con ese anuncio concluyó la séptima ronda de los miembros del pacto luego que en 2018 el presidente Donald Trump decidiese el retiro uni-lateral gringo de lo que calificó un “mal convenio”, y reimpuso medidas coercitivas y sanciones contra Irán para hacerlo acatar los dictados he-gemónicos de la Casa Blanca.
Como consecuencia, la mesa del tratado quedó integrada por Irán, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania, un trío este último que hasta ahora había sido todo lo remiso y timorato posible en materia de activación del PIAC a partir de su connivencia con las destructivas posiciones de la Oficina Oval.
Una rispidez que había sido heredada sin cam-bio alguno por la administración demócrata de Joe Biden, a pesar de que uno de los ejes de su campaña electoral fue la aún incierta reincorpo-ración norteamericana al acuerdo nuclear con Irán.
Según los negociadores de Teherán, tras siete citas realizadas en Viena es evidente que Europa Occidental no tuvo otra alternativa que asimilar las propuestas iraníes para los debates en una octava ronda que podría iniciarse a fines de di-ciembre, a partir de la firmeza y la irrebatible lógica sostenida por la República Islámica y el apoyo decidido a esas posiciones de Rusia y China.
En consecuencia, cuando se reanuden las conversaciones, el fin de las sanciones contra Irán será tema prioritario y esencial para el logro de un reavivamiento del PIAC. Así, según declaraciones al respecto de Enrique Mora, vicesecretario general del Servicio de Acción Exterior de la Unión Europa, UE, ya existe “una base común” para los próximos de-bates sobre el pacto nuclear y el abordaje del tema de las sanciones, lo que supone un logro en las largas tratativas de los últimos años.
“Base común”, afirman analistas, que tiene como primer fundamento para su existencia y reconocimiento la defensa a brazo partido por Irán de sus derechos nacionales y del espíritu y la letra de un protocolo que fue considerado una ver-dadera “obra de diplomacia” por expertos y por los mismos firmantes, hasta que Trump decidió sabotearlo y los dubitativos socios europeos de los Estados Unidos optaron por refrenarlo a la espera siempre de la última palabra remitida desde la Casa Blanca.
Quien sabe además si esta nueva decisión de los representantes del oeste del Viejo Continente no se corresponda tal vez con una suerte de sal-va vidas lanzado a Washington para que, con el pretexto de no contradecir a sus “amigos”, se adentre de nuevo en el pacto sin aceptar públicamente que sus políticas de extorsión, presiones y agresiones terminaron por romperse los dientes frente a Teherán y sus seguros acompañantes en esta larga trama.
Desde luego, no todo está aún dicho y mucho menos hecho. La futura octava ronda de Viena puede marchar bien, o puede volver a enfrentar duros escollos, porque el socio sionista de los Estados Unidos no ríe precisamente cada vez que la marcha de las negociaciones proyecta algún lado positivo.Y esa molestia la secunda claramente la Oficina Oval, y no tiene precisamente oídos sordos ni genera reparos públicos y claros entre los “man-daderos” del otro lado del Atlántico.
En consecuencia, esperar para ver sigue siendo la fórmula más sensata para asegurar conclusio-nes ciertas en un diferendo donde sí resulta ver-dad como un templo que Irán es un modelo de resistencia y firmeza.
