Madres y padres afines: historias de amor y estereotipos rotos (+Video)
Las claves del éxito en toda relación familiar siguen siendo el respeto, la tolerancia, la disciplina, los mejores valores y el amor. Foto: Cortesía de la entrevistada
«María, mi madrastra, no llegó a mi vida para ocupar el espacio de mi madre; pero, desde que tengo uso de razón, ha estado ahí siempre dándome todo su amor y cariño, cual madre biológica. Fue, y es hoy todavía, mi mayor confidente y apoyo emocional. Mi madrastra, en ese aspecto, está al mismo nivel que mi madre biológica, pues esta me vio nacer, pero María fue quien me vio crecer».
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«Sí, yo he criado al hijo de mi esposo. Nuestra relación comenzó cuando Carlos Rafael tenía dos años. Siempre le digo que él fue un regalo del cielo, fue amor a primera vista. Ya tiene 19 años, todo un hombre inteligente, educado, estudioso…
«También tengo una niña de seis años y él participó activamente en mi embarazo. De hecho, fue el primero en saber el sexo de su hermana. Las relaciones que forjamos son de madre e hijo, él es mi primogénito. Solo los allegados saben que no es mi hijo biológico.
«Ser madre requiere un nivel de entrega y sacrificio tan grande, que a veces pensamos que solo lo haríamos por aquellos que comparten nuestra sangre. Sin embargo, no puedo contabilizar las noches sin dormir por una enfermedad o una pesadilla; cuántas horas en función de dedicarle el tiempo y la paciencia necesaria… Ha sido una de las mejores experiencias, única, pues mi hijo me inspira un amor infinito».
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La historia de Carlos Rafael y su madrastra, María del Carmen, que no llega a ser regla, pero tampoco es la excepción, ha roto cuanto estereotipo o creencia errónea existe sobre esa figura, muchas veces demonizada dentro del entorno familiar.
Ciertamente, la literatura, el cine y otras manifestaciones del arte, inspiradas en hechos reales, que no quiere decir generalizables, han ayudado a construir una suerte de aura maligna alrededor de los padrastros y las madrastras, presentadas como personas «despreciables, llenas de recelos y resquemores».
De acuerdo con el doctor Leonardo Pérez Gallardo, presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia, de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, ese tratamiento maniqueo de los llamados padres y madres afines se sigue arrastrando, en cierto modo, por tabúes sociales, a pesar de su alta presencia dentro de la pluralidad de modelos familiares.
«Hoy no hay un tipo paradigmático de familia», dice de manera categórica, como acostumbra a hacerlo al hablar de estos temas, pues basta volver la vista hacia la realidad circundante para constatar su afirmación.
Y entre las disímiles formas establecidas, Pérez Gallardo señala aquellas nacidas de la búsqueda de nuevos horizontes por mujeres y hombres que cargan con la ruptura de relaciones anteriores, o sea, familias que se reconstituyen o ensamblan y, por diversas, también son conocidas como mosaicos.
Toda persona, insiste el profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, tiene derecho a rehacer su vida sentimental y el ensamble supone ello: iniciar un nuevo ciclo afectivo, ya sea a través del matrimonio o de la unión de hecho, proyectos a los cuales se suman los hijos concebidos antes y los que nacen de los nuevos vínculos.
Muchos de nosotros, afirma, «provenimos de una familia reconstituida o ensamblada, o hemos sido protagonistas de ellas en reiterados intentos por formar nuestra propia familia.
«Son tan altos, por un lado, los índices de divorcialidad y, por otro, los de consensualidad, que hoy día en Cuba lo más común es la formación de estos modelos familiares. Y es muy cotidiana la existencia de hijos, fruto de uniones consensuales previas o matrimonios extinguidos.
«Ante esta realidad, las familias ensambladas tienen que lograr un verdadero equilibrio entre los afectos y vínculos que se establecen con los miembros de la pareja y sus hijos comunes, y aquellos sostenidos con los hijos de uniones o matrimonios anteriores».
A su juicio, considerar que las relaciones que se entablan entre los padrastros y las madrastras con los hijos afines solo pueden ser armónicas o distantes, constituye una posición esquemática del fenómeno.
Cada parte, agrega, debe desempeñar el rol que le corresponde. «El padre o madre afín no puede invadir el terreno que le pertenece al padre o a la madre biológica, conviva o no con su hijo. Hay que actuar con prudencia y adoptar una postura muchas veces conciliadora.
«Mientras, del lado del padre o madre que no tiene la guarda de su hijo, es necesario que desaparezca esa sensación de invasión frente a la figura parental que representa el nuevo cónyuge o pareja de hecho».
El padre y la madre afín, sugiere el experto, tienen que asumir que su nueva pareja ha roto con su anterior compañero o compañera como cónyuge, pero no como padre o madre de sus hijos. Subsiste la pareja parental, cuyos miembros tienen en común la noble misión de formar y educar a los hijos, en cuyo proyecto comenzarán a participar, en un inicio de modo complementario, el padrastro y la madrastra.
Por ello, los padres y madres afines también viven inmersos, al decir de Leonardo Pérez, «en una madeja de relaciones parentales, afectivas, sociales, educacionales, de salud… que hasta hoy les han resultado ajenas a la mirada jurídica; tema neurálgico que el nuevo Código de las Familias, con vocación de inclusión, debe atender.
«Compete al Derecho visibilizar a estos actores familiares que hasta el momento no tienen un verdadero reconocimiento legal. De ahí la necesidad de regular sus derechos en la nueva legislación».
En ese sentido, menciona «la posibilidad de tener la guarda y cuidado de los hijos afines, en correspondencia con el artículo 84 de la Constitución; fijar un régimen de comunicación familiar con ellos, tras la ruptura de la vida en pareja con el padre o madre guardador de aquellos, o incluso definir, con carácter subsidiario, una pensión alimenticia a su favor.
«Y en materia de alimentos, ello también impone incluir, entre los sujetos obligados, a los hijos afines respecto a los padres afines, siguiendo un principio de reciprocidad y un sentimiento de justicia, pues las madrastras y los padrastros merecen recibir ayuda de quienes un día educaron, formaron y les transmitieron valores y principios».
En los tiempos que corren, resume Pérez Gallardo, «estos actores familiares se han convertido en un segmento importante de la cotidianidad, a quienes se les profesa cariño y comprensión porque, en no pocas ocasiones, han educado y formado a los hijos de su pareja, sin distingos de ninguna clase con los hijos comunes.
«La presencia de una madre o de un padre afín no tiene que representar necesariamente el lado oscuro de los afectos y de los recuerdos de la infancia o de la adolescencia. Ellos también han sido, o pueden ser, baluartes en la formación de la personalidad de los hijos».
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Durante 17 años, y sin pretender suplantar roles o figuras, María y Carlos Rafael han sabido construir, juntos, un espacio propio para cada cual dentro de los afectos del otro.
«He tratado de enseñarle la importancia de la familia, que muchas veces la asociamos a la tradicional y olvidamos a esas otras que se encuentran en nuestra sociedad», subraya María, quien sigue situando las claves del éxito en el respeto, la tolerancia, la disciplina, los mejores valores y en el amor.
«El amor, siempre lo digo, es la base de todo».
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