Gerardo Abreu Fontán, el respetado jefe de la lucha clandestina
Gerardo Abreu Fontán Foto: Archivo de Granma
El joven Gerardo Abreu Fontán, respetado jefe de las brigadas de acción del Movimiento 26 de Julio en La Habana y uno de los principales objetivos de las fuerzas represivas de la tiranía batistiana, nació en un hogar muy humilde de Santa Clara el 24 de septiembre de 1932, hace 89 años.
De niño apenas tuvo oportunidad de estudiar pues muy temprano tuvo que trabajar para ayudar al sustento de los suyos. En busca de mejores oportunidades de empleo, a los 11 años se traslada hacia La Habana con su familia, donde desempeña duros oficios, es aprendiz de carpintero, trabaja en una imprenta y durante una corta estancia es peón en el mercado.
Sobre el joven pesa entonces una doble discriminación, por su condición de trabajador humilde y ser negro, lo que contribuyó a forjar su rebeldía y lo condujo a ingresar en el Partido Ortodoxo. Al producirse el cuartelazo del 10 de marzo de 1952 se incorpora al combate frente al tirano con 20 años.
Después de ser amnistiados por la presión popular los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo regresa a Cuba Antonio (Ñico) López, quien había ido al exilio junto con su líder Fidel Castro Ruz, para cumplir la tarea que él le encomendara de organizar las brigadas clandestinas de acción del Movimiento 26 de julio (M-26-7) en la capital.
En esta tarea colaboró activamente el joven Gerardo, inicialmente en tareas de propaganda y logró que cada amanecer aparecieran en las calles habaneras letreros con consignas revolucionarias.
Cuando Ñico López partió de nuevo hacia México para enrolarse en la expedición del Granma, Fontán, como era ya conocido, asumió la dirección de las brigadas clandestinas y desplegó una actividad tan intensa que atrajo sobre sí la atención de la tiranía que empezó a perseguirlo tenazmente.
Foto: Mederos, Aldo
Una de las acciones organizadas por el joven revolucionario que tuvo enorme repercusión en la capital fue la colocación de más de 100 bombas en una sola noche.
Luego del desembarco del Granma las actividades de Fontán se multiplican, realizando diversas y riesgosas acciones. Las fuerzas represivas lo persiguen, pero él desarrolla su misión revolucionaria en la más absoluta clandestinidad. En ese período crece el odio de los sicarios contra el infatigable combatiente, quien se gana la admiración, el respeto y el cariño de los otros dirigentes del Movimiento y de los hombres que combatían bajo sus órdenes.
Sobre Fontán, en el acto por el aniversario 50 de su asesinato, expresó Ricardo Alarcón de Quesada, entonces miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular: “Hoy les hablo del jefe más querido, del que tanto aprendimos, quien nos sigue dando fuerza y nos guía, ahora y siempre, con su modo sabio, suave y firme de dirigir”.
«Llegó a ser para nosotros un mito. Él, que no había avanzado en la enseñanza elemental, dirigió a los jóvenes y estudiantes de la capital y ninguno dudó nunca que Gerardo era el más capaz, el más sensible, el más profundo de nuestros compañeros», aseveró Alarcón.
El 6 de febrero de 1958, es identificado por los esbirros de Esteban Ventura Novo y perseguido hasta la calle Santa Rosa, donde lo detuvo una perseguidora que transitaba casualmente por allí. Es conducido a la Novena Estación de Policía donde lo torturan brutalmente para obtener información sobre quienes integraban el Movimiento 26 de Julio en La Habana y del lugar donde se ocultaban las armas, sin obtener de él una sola palabra.
Su cadáver presentaba 15 perforaciones producidas por armas de fuego y 57 punzonazos; le habían cortado la lengua y sus órganos genitales estaban completamente destrozados, pero ni aun así pudieron doblegar al valiente revolucionario. Al día siguiente su cadáver apareció al lado del edificio de los Tribunales de Justicia, en lo que es hoy la Plaza de la Revolución
Gerardo Abreu Fontán fue torturado y asesinado por la dictadura batistiana a sus 25 años, cuando sólo faltaban meses para que se concretara el triunfo de la Revolución Cubana. Su ejemplo de firmeza y valentía es un paradigma que será recordado siempre con orgullo por la juventud cubana.