La sanción a una maestra que agredió con un instrumento de madera a un niño de 5 años en el poblado espirituano Jarahueca no es un hecho aislado. Aunque pocos incidentes de este tipo trascienden en redes sociales, existe en Cuba una naturalización de la violencia para disciplinar a los niños, tanto en las escuelas como en los hogares.
Un reciente informe de la Oficina en Cuba del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reveló que bastantes familias en Cuba aplican métodos violentos de disciplina. El documento recoge un análisis de 209 estudios realizados entre 2000 y 2020.
La Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados 2019 (MICS 6-Cuba) mostró datos significativos. Entre ellos, que el 41.6 % de los niños, niñas y adolescentes de 1 a 14 años fueron sometidos a algún método violento de disciplina, el 29.1 % a agresión psicológica y el 33.1 % a castigo físico. Formas severas de castigo físico son las menos comunes y representaron el 1.6 % (los grupos de edades de 5 a 9 años y de 10 a 14 años muestran los mayores porcentajes 2.5 %).
Desde la violencia intrafamiliar hasta el acoso escolar, el abuso sexual y las formas de violencia digital, el informe aborda una problemática que, aunque reconocida, aún requiere de mayores esfuerzos para su erradicación.
Crianza violenta
«Echarle un jarro de agua en la cara», «darle par de chancletazos» y «meterla con ropa debajo de la ducha», fueron algunos de los consejos que dieron en redes sociales varias madres para «resolver» la malcriadez de una niña de 2 años.
Ante la desesperación de una madre por las «rabietas» de su hija, muy pocas le sugirieron el diálogo, la paciencia o métodos no violentos para calmar a la pequeña y entender la expresión de sus emociones negativas.
«Mientras más pequeña la corrijas, mejor», dijeron algunas. «Llévala al psicólogo», respondieron otras. La mayoría coincidió en que una nalgada no hace daño ni crea traumas para el resto de la vida.
Sin embargo, el impacto de la violencia se ha documentado y algunos de los efectos visibles varían según la naturaleza y la severidad del incidente, pero las consecuencias a corto y largo plazo pueden ser devastadoras.
Por ejemplo —cita el estudio—, la exposición temprana a la violencia influye negativamente en los procesos de aprendizaje y socialización de niños, niñas y adolescentes y fomenta patrones de comportamiento violentos.
La exposición prolongada a la violencia durante la niñez y la adolescencia, además, puede llevar a limitaciones sociales, emocionales y cognitivas. Las personas violentadas en edades tempranas pueden adoptar comportamientos de riesgo para la salud física y emocional, usar sustancias adictivas, iniciar temprano las relaciones sexuales, tener un bajo desempeño escolar y adoptar conductas violentas. Muchas veces, los comportamientos vienen acompañados de trastornos de ansiedad y depresión.
El estudio de Unicef Cuba confirmó la naturalización del castigo violento en muchos padres. La «falsa concepción acerca de la imposición de la disciplina mediante actos abusivos y el sentimiento de propietarios que exhiben madres, padres, tutores y personas adultas responsables de la socialización de niños, niñas y adolescentes acentúa la “naturalización” que invisibiliza este mal».
Por otro lado, el documento reveló que las formas de violencia también se esconden en la concepción del espacio familiar como espacio privado en el qu