AREQUIPA, Perú – El destacado compositor Rafael Hernández constituye un fenómeno singular en la música cubana. Aunque nació en Aguadilla, Puerto Rico, su legado ha trascendido fronteras y se ha arraigado profundamente en la identidad sonora de Cuba, a tal punto que muchos confunden su nacionalidad.
La conexión de Hernández con la música de la Isla se basa en la huella inconfundible de cubanía que dejó en muchas de sus composiciones. Entre las numerosas piezas que llevan su firma, destacan joyas como Cachita, El cumbanchero, Campanitas de cristal y Capullito de alelí, estrenada en 1925 en conmemoración del Día de la Canción Cubana.
La primera gran interpretación en Cuba de una obra de Hernández fue Buche y pluma no’ma, realizada por el Trío Matamoros.
Durante su estancia en La Habana, que algunos autores sitúan entre 1919 y 1922, mientras otros la ubican entre 1920 y 1925, Hernández trabajó como trombonista en la orquesta del teatro Fausto, situado en Prado y Trocadero. Este período en la capital cubana contribuyó a su desarrollo musical y a la formación de un r