Foto: Estudios Revolución
Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, en la clausura del X Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el Palacio de la Revolución, el 5 de julio de 2025, “Año 67 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Queridos miembros del Buró Político;
Queridas compañeras y compañeros miembros del Comité Central de nuestro Partido;
Invitados:
Nos reunimos en este Pleno y millones de compatriotas miran atentos su resultado. Hemos compartido discusiones críticas y profundas de los problemas que tenemos, pero con eso no basta para resolverlos.
Lo que el pueblo está esperando de nosotros, sus principales representantes y servidores públicos, son acciones concretas e inmediatas que ayuden a superar la profunda crisis económica que tanto daño está haciendo al tejido espiritual de nuestra nación.
Hoy más que nunca se reafirma que esas soluciones dependen por entero de nosotros, en un contexto altamente desafiante y amenazador.
Somos un país en guerra. Cuba vive y resiste hace más de 60 años bajo condiciones de guerra. Todos los días caen a nuestro alrededor las bombas de la guerra económica que bloquea, que obstaculiza, que frena o ralentiza todos los esfuerzos, y las bombas de desinformación, de distorsión y de odio que envuelven a las primeras.
La maquiavélica combinación no solo tiene el objetivo de destruir los escasos recursos de un país pequeño cercado por un imperio en los desesperanzadores tiempos que vive toda la humanidad. El propósito más perverso es que la nación se fracture y que la víctima termine culpándose a sí misma y no al victimario. Los efectos de esas bombas se ven y se sienten en la desafiante realidad cubana del día a día.
Los duros debates de este Pleno y los más duros aún que todos los días tienen lugar en las calles y centros de estudio y de trabajo –y que no ignoramos–, nos obligan a replantearnos continuamente los escenarios de acción y las tácticas de resistencia sin comprometer la estrategia.
Otra vez el imperio apuesta a una crisis política y social que desemboque en un estallido durante el verano. Por eso anuncian constantemente medidas y amenazas sobre las dificultades actuales, aumentando el peso indiscutible que estas tienen sobre las condiciones de vida de la mayoría del pueblo, sobre el cual se lanzan con todos los medios a subvertir, confundir y desorientar.
El flamante Memorando Presidencial de Seguridad Nacional contra Cuba, remedo del de Mallory, confirma públicamente que la estrategia de la actual administración estadounidense no ha variado, sigue siendo endurecer la guerra económica. Es el viejo plan en molde nuevo: el actual estilo imperial, tan dado al lenguaje prepotente y lapidario que apunta a debilitar la moral de la ciudadanía.
El Gobierno de Estados Unidos ha decidido mantener y fortalecer así la presión, cortar casi absolutamente todo contacto diplomático bilateral con Cuba y reforzar su campaña de descrédito contra el país y de intimidación a terceros, fundamentalmente latinoamericanos y europeos, así como a los caribeños.
Es en ese contexto, plagado de amenazas y dificultades, en el que le toca trabajar al Partido, en pos de fortalecer la unidad, perfeccionar la labor ideológica, sobre todo en lo concerniente a la formación patriótica y revolucionaria de las nuevas generaciones, asegurar políticamente la implementación del Programa de Gobierno para eliminar distorsiones y reimpulsar la economía y, a la vez, enfrentar las tendencias negativas presentes en la sociedad.
Defender la unidad es la prioridad, porque la existencia misma de la Revolución depende de ella. Es una lección de la historia que nos precede, el legado martiano que Fidel convirtió en principio y el centro de la convocatoria que nos hiciera el General de Ejército en el 65 Aniversario del triunfo revolucionario.
Pero debemos cuidarnos de reducirla a una consigna. Hay que defender la unidad con acciones, propiciando la participación del pueblo y especialmente de los jóvenes en todos los procesos decisivos para el sostenimiento y desarrollo de la sociedad en todos los ámbitos, fundamentalmente la ideología y la economía.
Esas acciones incluyen la creación de espacios de análisis y debate revolucionario que aporten ideas, soluciones, medidas para enriquecer la difícil toma de decisiones. La labor unitaria se completa con esfuerzo y trabajo, con acciones y programas construidos colectivamente y con el indispensable control popular que garantiza la participación del pueblo en la supervisión, la fiscalización y la decisión.
En Cuba este mecanismo está respaldado por la Ley 132, que regula el funcionamiento de las asambleas municipales del Poder Popular.
En cuanto al imprescindible y permanente perfeccionamiento de la labor ideológica, es preciso atender y seguir muy de cerca el funcionamiento y la vida interna de las organizaciones de base, concretando lo acordado en el Octavo Congreso sobre la formación, preparación, selección, tránsito, desarrollo y aporte de los dirigentes políticos, estatales, de gobierno, líderes de las organizaciones de masas, empresarios y administradores y directores de instituciones.
En numerosos y sistemáticos análisis hemos abordado los desafíos y retos que en las condiciones actuales se exigen a la labor ideológica, y hemos reconocido deficiencias, tendencias negativas, comportamientos no acordes con los principios de la construcción socialista, conductas egoístas, individualistas, consumistas, que se oponen al ideal solidario, colectivo, inclusivo, emancipador, de justicia social que está en la base del proyecto político de la Revolución.
Compañeras y compañeros:
Con episodios y precedentes sumamente amenazantes, que plantean riesgos específicos para nuestro país, el escenario internacional se ha ido tornando particularmente peligroso.
En las últimas semanas hemos sido testigos de la alarmante impunidad con que los gobiernos de Estados Unidos e Israel agredieron militarmente a Irán, sin enfrentar una reacción política mínimamente vigorosa de parte de la comunidad internacional y de sus instituciones.
Peor aún, todos los días de los últimos dos años conocemos por las noticias internacionales detalles del genocídio de Israel contra el pueblo palestino, hacinado en la Franja de Gaza. Comete, con premeditación, alevosía, sistematicidad y sin rendir cuentas, el más escandaloso crimen del siglo XXI.
Eso ocurre a la vista de todos, con la complicidad explícita de Estados Unidos y otros países de la OTAN, que repiten, sin cuestionarlos, los pretextos sionistas, mientras las Naciones Unidas exhiben la impotencia de su antidemocrática estructura y la reacción de denuncia y repudio que recorre el mundo con gigantescas manifestaciones resulta insuficiente para frenar el genocidio.
Sin embargo, esos argumentos les han bastado a Estados Unidos e Israel para llevar a cabo agresiones militares contra un país soberano, transgredir las normas más elementales del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas; causar pérdidas y cuantioso daño material; poner en riesgo la paz regional e internacional.
En la vanguardia de ese vergonzoso escenario resalta el papel cómplice de las grandes transnacionales de la comunicación y la información, donde se genera la narrativa de los agresores. Es un escenario en el que el trabajo político-ideológico cobra nuevas dimensiones.
Estamos obligados, igualmente, a informar, educar y orientar mejor al pueblo sobre estas realidades de forma convincente, ecuánime y creativa. Es tiempo de robustecer la conciencia, la cultura y el espíritu antimperialista que está en la esencia de nuestra lucha y de la defensa de la soberanía nacional y el socialismo.
Aquí desempeña un rol determinante la tan discutida comunicación política, institucional, social, asignatura pendiente que requiere más calidad, articulación, contundencia, claridad, coherencia y modos más atractivos al exponer, argumentar, informar, esclarecer y defender una medida necesaria, o al enfrentar la calumnia, la desidia y el odio que tanto abundan en las redes digitales y en el discurso colonizador, hegemónico, injerencista y sórdido de los voceros del imperio, de los neoliberales, de los neofascistas, de los mercenarios, de los sumisos y de los cobardes.
Es preciso evaluar con agudeza los problemas ideológicos y reconocer a tiempo las carencias en el ejercicio de la comunicación política. Para ello resulta indispensable la promoción del debate y el diálogo con los jóvenes.
Cuba cuenta con una historia capaz de estremecer el corazón más frío. De su conocimiento brotan naturales los valores patrióticos y humanistas que fomentan las actitudes revolucionarias. Quien lo dude, que escuche o lea el testimonio de un moncadista o de un expedicionario del Granma. La Generación del Centenario, como declaró Fidel en el juicio del Moncada, llevaba en su corazón “las doctrinas del Maestro”. El Maestro es Martí y Martí es la síntesis de la poderosa historia de Cuba en un hombre ejemplar.
En medio de las críticas condiciones económicas que atraviesa el país, nos toca facilitar y asegurar los encuentros de los jóvenes con la historia y las expediciones que debaten temas urgentes y de interés con el pueblo. Y, como he reiterado más de una vez, toca a la militancia revolucionaria hacer todos los días una vindicación de Cuba. En las redes y en las calles, dondequiera que el odio o la ignorancia intenten denigrar, humillar, atacar a Cuba, nos toca salirles al paso a los odiadores y a los ignorantes para defender a la patria como defenderíamos a nuestras madres. Porque eso es la patria: !madre de todos!
Muy en sintonía con estas ideas, el Pleno ha aprobado el Programa conmemorativo por el Centenario del natalicio del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Este plan busca trascender la lógica nostalgia por el Líder Histórico, desaparecido físicamente, para exaltar su legado como símbolo vivo de la Revolución, conectándolo con las luchas actuales y futuras.
Para conmemorar el centenario de Fidel desde una perspectiva estratégica de comunicación social y política,